El amor en los tiempos del cólera
Gabriel García Márquez
Gabriel García Márquez
En esta novela se pueden encontrar varios temas. Uno de los principales y a mi parecer el más relevante, es el amor.
Florentino Ariza era un adolescente cuando conoció al amor de su vida: Fermina Daza. La vio por primera vez cuando fue a su casa a dejarle un telegrama a su padre, y desde ese momento quedó encantando. Él quería declararse todo su amor… pero su madre pensaba que sería una mala idea. Se quedaba por las tardes en el parque cerca de su casa, solo para verla cuando regresaba del colegio. Florentino pronto empezó a escribirles cartas de amor. Luego de haberle entregado la primera carta, sufrió los síntomas del cólera, pero fueron signos del amor que sentía por Fermina. Se escribían casi todos los días, con la ayuda de la tía Escolástica que era su cómplice. Con cada carta se sentían más enamorados el uno del otro, a pesar de que no se hablaran.
Así llegó el día en que Florentino le propuso casamiento a Fermina: ella contestó que sí, pero no iba a ser nada sencillo poder concretar ese sueño. Su padre no lo iba a aceptar. Y así fue. Cuando se enteró de la existencia de Florentino, llevó a Fermina a Valledupar para que no se vieran nunca más. Su prima Hildebranda, que vivía con ella, compartía el mismo sentimiento de un amor imposible. A pesar de esto, Fermina se mantuvo comunicada con Florentino por cartas. Mientras duraba el viaje, el se encargó de buscar un tesoro de galeones. En esta parte de la novela se pueden encontrar recursos como la anáfora. “Florentino Ariza no le reveló la verdad de su empresa sino que se informó a fondo sobre sus facultades de buzo y navegante. Le preguntó si podría descender sin aire a veinte metros de profundidad, y Euclides dijo que sí. Le preguntó si estaba en condiciones de llevar él solo un cayuco de pescador por la mar abierta en medio de una borrasca, sin más instrumentos que su instinto, y Euclides dijo que sí. Le preguntó si sería capaz de localizar un lugar exacto a dieciséis millas náuticas al noroeste de la isla mayor del archipiélago de Sotavento, y Euclides dijo que sí. Le preguntó si era capaz de navegar de noche orientándose por las estrellas, y Euclides le dijo que sí. Le preguntó si estaba dispuesto a hacerlo por el mismo jornal que le pagaban los pescadores por ayudarlos a pescar, y Euclides le dijo que sí, pero con un recargo de cinco reales los domingos. Le preguntó si sabía defenderse de los tiburones, y Euclides le dijo que sí, pues tenía artificios mágicos para espantarlos. Le preguntó si era capaz de guardar un secreto aunque lo pusieran en las máquinas de tormentos del palacio de la Inquisición, y Euclides le dijo que sí, pues a nada le decía que no, y sabía decir que sí con tanta propiedad que no había modo de ponerlo en duda.” (Pág. 119) “Contó que en aquel sitio, a sólo dieciocho metros de profundidad, había tantos veleros antiguos acostados entre los corales, que era imposible calcular siquiera la cantidad, y estaban diseminados en un espacio tan extenso que se perdían de vista. Contó que lo más sorprendente era que de las tantas carcachas de barcos que se encontraban a flote en la bahía, ninguna estaba en tan buen estado como las naves sumergidas. Contó que había varias carabelas todavía con las velas intactas, y que las naves hundidas eran visibles en el fondo, pues parecía como si se hubieran hundido con su espacio y su tiempo, de modo que allí seguían alumbradas por el mismo sol de las once de la mañana del sábado 9 de junio en que se fueron a pique. Contó, ahogándose por el propio ímpetu de su imaginación, que el más fácil de distinguir era el galeón San José, cuyo nombre era visible en la popa con letras de oro, pero que al mismo tiempo era la nave más dañada por la artillería de los ingleses. Contó haber visto adentro un pulpo de más de tres siglos de viejo, cuyos tentáculos salían por los portillos de los cañones, pero había crecido tanto en el comedor que para liberarlo habría que desguazar la nave. Contó que había visto el cuerpo del comandante con su uniforme de guerra flotando de costado dentro del acuario del castillo, y que si no había descendido a las bodegas del tesoro fue porque el aire de los pulmones no le había alcanzado.” (Pág. 123)
Cuando finalmente Fermina y su padre regresan a La Manga, ella ya se había convertido en una mujer. Pero todo acabó cuando ella vio a Florentino, y se dio cuenta de que todo había sido una simple ilusión. En esta parte se utilizó el recurso de sinestesia. “Al día siguiente, después de una noche de malos sueños, padeció por primera vez la desazón del regreso, cuando abrió la ventana del balcón y volvió a ver la llovizna triste del parquecito, la estatua del héroe decapitado, el escaño de mármol donde Florentino Ariza solía sentarse con el libro de versos.” (Pág. 129)
Tiempo después, conoció al doctor Juvenal Urbino. La atendió en su casa por unos síntomas del cólera, aunque no llegó a serlo. A ella no le simpatizó, pero él se fijo en ella como algo más que una paciente. Es por eso que fue a visitarla, le escribía cartas, hablaba con su padre para poder establecer una relación con ella. Acá se utilizó el recurso de poliptoton. “Pero Fermina Daza no lo oyó, no podía oírlo.” (Pág. 156) “-No fui yo -dijo él-. Fue el anís.” (Pág. 156) “-Mierda -murmuró dormido-, se murieron los muertos.” (Pág. 157) Pero a Fermina no le interesaba. Hasta intentó convencerla una monja del colegio en que fue expulsada, diciéndole que si aceptaba podría volver a estudiar allí. Aquí se utilizó el recurso de elusión. “-Es la petición de alguien que lo merece todo, y cuyo único anhelo es hacerte feliz -dijo la monja-.” (Pág. 163) Finalmente, aceptó casarse con él, a pesar de que no lo amara.
Cuando Florentino se enteró de aquello, entró en una depresión y quiso irse de la ciudad para olvidarlo todo. Su madre le consiguió trabajo en una ciudad lejana. En el viaje en barco, sucedió algo inesperado: una mujer lo despojó de su virginidad. En ese momento creyó que podía llegar a olvidarse de Fermina, pero en cuanto terminó el viaje, inmediatamente decidió volver a su ciudad. No podía vivir sin verla.
Fermina y Juvenal se fueron de luna de miel a Europa. En el viaje ella empezó a conocerlo y a quererlo. Juvenal creía que uno de los dos era estéril, pero cuando menos lo esperaban Fermina cayó embarazada. Luego de varios meses en Europa, que fueron una de las mejores épocas para la pareja, regresaron al Caribe.
Mientras tanto, Florentino se acostaba con otras mujeres. Apenas regresó de viaje, conoció a la viuda de Nazaret, con quien se acostó varios años. Pero luego volvió a ver a Fermina en la iglesia, encinta de 6 meses. Fue cuando decidió que ella tendría que ser suya, y que Juvenal tenía que morir. Más tarde, consiguió un trabajo en la compañía fluvial de su tío. Al principio, tenía que escribir diversos escritos, pero todos le salían mal porque parecían cartas de amor. Florentino no pensaba en otra cosa que eso. Pero luego fue ascendiendo, hasta llegar al puesto de presidente luego de muchos años.
Fermina tuvo problemas en su matrimonio, es así como ella y Juvenal decidieron regresar a Europa para reavivar el amor; pero no era lo mismo que la primera vez. Sin embargo, terminaron siendo grandes compañeros, acompañándose el uno al otro. A pesar de todo, Juvenal tuvo una amante. Fermina lo notaba en esos días frío y distante, diferente. Él terminó contandoselo todo. Ella se fue con su prima Hildebranda por dos años. En la ciudad todos creían que estaba enferma o había muerto, y Florentino estaba muy preocupado. Finalmente, Juvenal fue a buscarla porque la extrañaba demasiado. Se vuelve a utilizar el recurso de sinestesia y también se utiliza la personificación. “Era la herida incurable del trueno solitario, pedregoso y puntual, que retumbaba todos los días de octubre a las tres de la tarde en la sierra de Villanueva, y cuyo recuerdo iba haciendo más reciente con los años.” (Pág. 284) “Vendió de cualquier modo la casa de su padre porque no podía soportar el dolor de la adolescencia, la visión del parquecito desolado desde el balcón, la fragancia sibilina de las gardenias en las noches de calor, el susto del retrato de dama antigua la tarde de febrero en que se decidió su destino, y hacia donde quiera que se revolvía su memoria de aquellos tiempos tropezaba con el recuerdo de Florentino Ariza.” (Pág. 285)
Florentino seguía teniendo muchísimas aventuras, con mujeres más grandes y hasta con una niña de 14 años. Amó a muchas mujeres, pero siempre pensaba en Fermina Daza.
Luego de muchos años, el doctor Juvenal Urbino murió. Se había caído tratando de agarrar su loro. Fue inesperado y repentino para todos, en especial para Fermina. En el funeral de su esposo, Fermina volvió a ver a Florentino, y fue allí donde le repitió su juramento de amor. Aquí se vuelven a utilizar recursos de estilo, en este caso Leiv-Motiv. “Florentino Ariza, en cambio, no había dejado de pensar en ella un solo instante después de que Fermina Daza lo rechazó sin apelación después de unos amores largos y contrariados, y habían transcurrido desde entonces cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días.” (Pág. 73) “Florentino Ariza no tuvo nunca más una oportunidad de ver a solas a Fermina Daza, ni de hablar a solas con ella en los tantos encuentros de sus muy largas vidas, hasta cincuenta y un años y nueve meses y cuatro días después, cuando le reiteró el juramento de fidelidad eterna y amor para siempre en su primera noche de viuda.” (Pág. 135-136)
Florentino volvió a mandarle cartas, pero no cartas de amor, sino cartas de consuelo, consejos, reflexiones sobre la vida. Ella las respondía con mucho entusiasmo. Fue así como Florentino comenzó a visitarla en su casa. Ella quería alejarse de su casa, y le propuso un viaje en barco por el río. Así que se embarcaron juntos. Aquí aparecen diversos recursos como: Núcleo resumidor “Esto había dejado de ser cierto los primeros ochenta años de la navegación a vapor, y luego había vuelto a serlo para siempre, cuando los caimanes se comieron la última mariposa, y se acabaron los manatíes maternales, se acabaron los loros, los micos, los pueblos: se acabó todo.” (Pág. 427); antítesis “Demasiado amor es tan malo para esto como la falta de amor.” (Pág. 430); metáforas “El dolor de oído se había vuelto insoportable, y una mañana al despertar cesó de pronto y por completo, como el canto de una chicharra reventada.” (Pág. 428) “La humedad del Camarote Presidencial los sumergió en un letargo irreal en el cual era más fácil amarse sin preguntas.” (Pág. 428).Fue allí cuando ella se dio cuenta que lo amaba. Se acostaron, como Florentino lo tenía previsto. Finalmente, Fermina era suya.
Florentino Ariza era un adolescente cuando conoció al amor de su vida: Fermina Daza. La vio por primera vez cuando fue a su casa a dejarle un telegrama a su padre, y desde ese momento quedó encantando. Él quería declararse todo su amor… pero su madre pensaba que sería una mala idea. Se quedaba por las tardes en el parque cerca de su casa, solo para verla cuando regresaba del colegio. Florentino pronto empezó a escribirles cartas de amor. Luego de haberle entregado la primera carta, sufrió los síntomas del cólera, pero fueron signos del amor que sentía por Fermina. Se escribían casi todos los días, con la ayuda de la tía Escolástica que era su cómplice. Con cada carta se sentían más enamorados el uno del otro, a pesar de que no se hablaran.
Así llegó el día en que Florentino le propuso casamiento a Fermina: ella contestó que sí, pero no iba a ser nada sencillo poder concretar ese sueño. Su padre no lo iba a aceptar. Y así fue. Cuando se enteró de la existencia de Florentino, llevó a Fermina a Valledupar para que no se vieran nunca más. Su prima Hildebranda, que vivía con ella, compartía el mismo sentimiento de un amor imposible. A pesar de esto, Fermina se mantuvo comunicada con Florentino por cartas. Mientras duraba el viaje, el se encargó de buscar un tesoro de galeones. En esta parte de la novela se pueden encontrar recursos como la anáfora. “Florentino Ariza no le reveló la verdad de su empresa sino que se informó a fondo sobre sus facultades de buzo y navegante. Le preguntó si podría descender sin aire a veinte metros de profundidad, y Euclides dijo que sí. Le preguntó si estaba en condiciones de llevar él solo un cayuco de pescador por la mar abierta en medio de una borrasca, sin más instrumentos que su instinto, y Euclides dijo que sí. Le preguntó si sería capaz de localizar un lugar exacto a dieciséis millas náuticas al noroeste de la isla mayor del archipiélago de Sotavento, y Euclides dijo que sí. Le preguntó si era capaz de navegar de noche orientándose por las estrellas, y Euclides le dijo que sí. Le preguntó si estaba dispuesto a hacerlo por el mismo jornal que le pagaban los pescadores por ayudarlos a pescar, y Euclides le dijo que sí, pero con un recargo de cinco reales los domingos. Le preguntó si sabía defenderse de los tiburones, y Euclides le dijo que sí, pues tenía artificios mágicos para espantarlos. Le preguntó si era capaz de guardar un secreto aunque lo pusieran en las máquinas de tormentos del palacio de la Inquisición, y Euclides le dijo que sí, pues a nada le decía que no, y sabía decir que sí con tanta propiedad que no había modo de ponerlo en duda.” (Pág. 119) “Contó que en aquel sitio, a sólo dieciocho metros de profundidad, había tantos veleros antiguos acostados entre los corales, que era imposible calcular siquiera la cantidad, y estaban diseminados en un espacio tan extenso que se perdían de vista. Contó que lo más sorprendente era que de las tantas carcachas de barcos que se encontraban a flote en la bahía, ninguna estaba en tan buen estado como las naves sumergidas. Contó que había varias carabelas todavía con las velas intactas, y que las naves hundidas eran visibles en el fondo, pues parecía como si se hubieran hundido con su espacio y su tiempo, de modo que allí seguían alumbradas por el mismo sol de las once de la mañana del sábado 9 de junio en que se fueron a pique. Contó, ahogándose por el propio ímpetu de su imaginación, que el más fácil de distinguir era el galeón San José, cuyo nombre era visible en la popa con letras de oro, pero que al mismo tiempo era la nave más dañada por la artillería de los ingleses. Contó haber visto adentro un pulpo de más de tres siglos de viejo, cuyos tentáculos salían por los portillos de los cañones, pero había crecido tanto en el comedor que para liberarlo habría que desguazar la nave. Contó que había visto el cuerpo del comandante con su uniforme de guerra flotando de costado dentro del acuario del castillo, y que si no había descendido a las bodegas del tesoro fue porque el aire de los pulmones no le había alcanzado.” (Pág. 123)
Cuando finalmente Fermina y su padre regresan a La Manga, ella ya se había convertido en una mujer. Pero todo acabó cuando ella vio a Florentino, y se dio cuenta de que todo había sido una simple ilusión. En esta parte se utilizó el recurso de sinestesia. “Al día siguiente, después de una noche de malos sueños, padeció por primera vez la desazón del regreso, cuando abrió la ventana del balcón y volvió a ver la llovizna triste del parquecito, la estatua del héroe decapitado, el escaño de mármol donde Florentino Ariza solía sentarse con el libro de versos.” (Pág. 129)
Tiempo después, conoció al doctor Juvenal Urbino. La atendió en su casa por unos síntomas del cólera, aunque no llegó a serlo. A ella no le simpatizó, pero él se fijo en ella como algo más que una paciente. Es por eso que fue a visitarla, le escribía cartas, hablaba con su padre para poder establecer una relación con ella. Acá se utilizó el recurso de poliptoton. “Pero Fermina Daza no lo oyó, no podía oírlo.” (Pág. 156) “-No fui yo -dijo él-. Fue el anís.” (Pág. 156) “-Mierda -murmuró dormido-, se murieron los muertos.” (Pág. 157) Pero a Fermina no le interesaba. Hasta intentó convencerla una monja del colegio en que fue expulsada, diciéndole que si aceptaba podría volver a estudiar allí. Aquí se utilizó el recurso de elusión. “-Es la petición de alguien que lo merece todo, y cuyo único anhelo es hacerte feliz -dijo la monja-.” (Pág. 163) Finalmente, aceptó casarse con él, a pesar de que no lo amara.
Cuando Florentino se enteró de aquello, entró en una depresión y quiso irse de la ciudad para olvidarlo todo. Su madre le consiguió trabajo en una ciudad lejana. En el viaje en barco, sucedió algo inesperado: una mujer lo despojó de su virginidad. En ese momento creyó que podía llegar a olvidarse de Fermina, pero en cuanto terminó el viaje, inmediatamente decidió volver a su ciudad. No podía vivir sin verla.
Fermina y Juvenal se fueron de luna de miel a Europa. En el viaje ella empezó a conocerlo y a quererlo. Juvenal creía que uno de los dos era estéril, pero cuando menos lo esperaban Fermina cayó embarazada. Luego de varios meses en Europa, que fueron una de las mejores épocas para la pareja, regresaron al Caribe.
Mientras tanto, Florentino se acostaba con otras mujeres. Apenas regresó de viaje, conoció a la viuda de Nazaret, con quien se acostó varios años. Pero luego volvió a ver a Fermina en la iglesia, encinta de 6 meses. Fue cuando decidió que ella tendría que ser suya, y que Juvenal tenía que morir. Más tarde, consiguió un trabajo en la compañía fluvial de su tío. Al principio, tenía que escribir diversos escritos, pero todos le salían mal porque parecían cartas de amor. Florentino no pensaba en otra cosa que eso. Pero luego fue ascendiendo, hasta llegar al puesto de presidente luego de muchos años.
Fermina tuvo problemas en su matrimonio, es así como ella y Juvenal decidieron regresar a Europa para reavivar el amor; pero no era lo mismo que la primera vez. Sin embargo, terminaron siendo grandes compañeros, acompañándose el uno al otro. A pesar de todo, Juvenal tuvo una amante. Fermina lo notaba en esos días frío y distante, diferente. Él terminó contandoselo todo. Ella se fue con su prima Hildebranda por dos años. En la ciudad todos creían que estaba enferma o había muerto, y Florentino estaba muy preocupado. Finalmente, Juvenal fue a buscarla porque la extrañaba demasiado. Se vuelve a utilizar el recurso de sinestesia y también se utiliza la personificación. “Era la herida incurable del trueno solitario, pedregoso y puntual, que retumbaba todos los días de octubre a las tres de la tarde en la sierra de Villanueva, y cuyo recuerdo iba haciendo más reciente con los años.” (Pág. 284) “Vendió de cualquier modo la casa de su padre porque no podía soportar el dolor de la adolescencia, la visión del parquecito desolado desde el balcón, la fragancia sibilina de las gardenias en las noches de calor, el susto del retrato de dama antigua la tarde de febrero en que se decidió su destino, y hacia donde quiera que se revolvía su memoria de aquellos tiempos tropezaba con el recuerdo de Florentino Ariza.” (Pág. 285)
Florentino seguía teniendo muchísimas aventuras, con mujeres más grandes y hasta con una niña de 14 años. Amó a muchas mujeres, pero siempre pensaba en Fermina Daza.
Luego de muchos años, el doctor Juvenal Urbino murió. Se había caído tratando de agarrar su loro. Fue inesperado y repentino para todos, en especial para Fermina. En el funeral de su esposo, Fermina volvió a ver a Florentino, y fue allí donde le repitió su juramento de amor. Aquí se vuelven a utilizar recursos de estilo, en este caso Leiv-Motiv. “Florentino Ariza, en cambio, no había dejado de pensar en ella un solo instante después de que Fermina Daza lo rechazó sin apelación después de unos amores largos y contrariados, y habían transcurrido desde entonces cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días.” (Pág. 73) “Florentino Ariza no tuvo nunca más una oportunidad de ver a solas a Fermina Daza, ni de hablar a solas con ella en los tantos encuentros de sus muy largas vidas, hasta cincuenta y un años y nueve meses y cuatro días después, cuando le reiteró el juramento de fidelidad eterna y amor para siempre en su primera noche de viuda.” (Pág. 135-136)
Florentino volvió a mandarle cartas, pero no cartas de amor, sino cartas de consuelo, consejos, reflexiones sobre la vida. Ella las respondía con mucho entusiasmo. Fue así como Florentino comenzó a visitarla en su casa. Ella quería alejarse de su casa, y le propuso un viaje en barco por el río. Así que se embarcaron juntos. Aquí aparecen diversos recursos como: Núcleo resumidor “Esto había dejado de ser cierto los primeros ochenta años de la navegación a vapor, y luego había vuelto a serlo para siempre, cuando los caimanes se comieron la última mariposa, y se acabaron los manatíes maternales, se acabaron los loros, los micos, los pueblos: se acabó todo.” (Pág. 427); antítesis “Demasiado amor es tan malo para esto como la falta de amor.” (Pág. 430); metáforas “El dolor de oído se había vuelto insoportable, y una mañana al despertar cesó de pronto y por completo, como el canto de una chicharra reventada.” (Pág. 428) “La humedad del Camarote Presidencial los sumergió en un letargo irreal en el cual era más fácil amarse sin preguntas.” (Pág. 428).Fue allí cuando ella se dio cuenta que lo amaba. Se acostaron, como Florentino lo tenía previsto. Finalmente, Fermina era suya.
Sofía Victoria Cortés – 2º Mercantil – Inst. María Ana Mogas
Bibliografía: RBA, 1993.