Las Chicas de Alambre
Gladys Newman era una chica de quince años, absolutamente fanática de Jess, de Cyrille y de Vania, es decir de las Wire-grils. En este caso, la consecuencia fue dramática. Estaba loca, o enloqueció; da lo mismo. Toda su habitación estaba llena de fotografías de Jess, Cyrille y de Vania. Llena. Las imitaba en todo, pero esencialmente en querer estar como ellas. Murió de anorexia. (Pág. 147)
Eran un modelo a seguir. Pese a su aspecto enfermizo por culpa de las drogas y la anorexia. (Pág. 20)
El mundo ya las había bautizado con aquel nombre, Wire-grils. Juntas fueron el modelo de miles de chicas, tan anoréxicas como ellas por degeneración. (Pág. 18)
Tres amigas de verdad, todas para una y una para todas. (Pág. 140)
Habían formado una especie de familia o sociedad.
Se querían. Se necesitaban. Se tenían. Y es lógico que fuese así. Las tres eran como una sola. (Pág. 69)
Una morocha, una rubia y una negra.(Pág. 16)
Vania, con su largo cabello negro, sus ojos grises, profundos, dulcemente tristes siempre, la nariz recta y afilada, el mentón redondo, los labios carnosos, su imagen de perenne inocencia juvenil que tantos estragos había causado entre sus fans y admiradores. Jess Hunt, rubia como el trigo, cabello aún mas largo y rizado con profusión, ojos verdes, siempre sonriente, chispeante, con su enorme boca abierta y sus dientes blancos como una de sus muestra de identidad, mandíbulas firmes, frente y pómulos perfectos. Y Cyrille, negra y de piel brillante como el azabache, cabello corto, ojos de tigresa oscuros y misteriosos, boca pequeña, labios rojos de fresa, rostro cincelado por un Miguel Ángel africano capas de consumar una obra maestra. Y por supuesto, lo mas característico de las tres: su estatura, metro ochenta, su tipo moldeado por una naturaleza milimétrica... y su extrema delgadez. (Pág. 16)
Interinamente, sin embargo, quien sí la descubrió fue el fotógrafo que a los trece años le hizo su primera sesión <<como mujer>> y le vaticinó el futuro. Vania creyó en él además en sí misma.(Pág. 18)
¡La misma cámara la quería, que es algo esencial! No sólo eran aquellos ojos siempre tristes, su aspecto lánguido, su inocencia plagada de ternuras, también era el morbo que eso producía. Tenia trece años. ¡Trece años! (Pág. 33)
Después llegó lo de Miss Ohio, además de otras muchas cosas siempre relacionadas con la belleza. Jess hizo un rápida y meteórica carrera. Fue la que lo tuvo más fácil de las tres.(Pág. 16)
Con quince años y caminando por los campos Elíseos, Jean Claude Pleyel, cazatalentos y dueño de una de las mejores agencias de Francia, supo ver en ellas lo que muy poco después verían millones de ojos en el mundo: que era especial, capaz de enamorar a la cámara y de vender lo que se pusiera, ya fuera de ropa o un perfume. Así nació Cyrille, su nombre artístico. (Pág.17)
Cyrille estaba muerta en vida, no podía amar a nadie.(Pág. 90)
Le hicieron una ablación de clítoris cuando tenía nueve años.
A miles de niñas se les amputa el clítoris para anularles l deseo, para que no sientan el placer sexual.
Jess Hunt tuvo una vida azarosa, y Vania, aunque menos, también. Amaron y fueron amadas. Cyrille, no. Era fría.(Pág. 90)
Hablé con Cyrille, y lo confesó. Ella y Jess estaban colgadas ya. Vania no, lo suyo era anoréxico puro. Bueno... lo de las Wire-grils fue un invento de Pleyel, así que tenía que mantenerlas esqueléticas para seguir con esa leyenda. (Pág. 92)
Ese cabrón les daba heroína y cocaína a sus chicas, par que siempre estuvieran delgadas, para que no engordaran y también para tenerlas en un puño. (Pág. 92)
Cyrille fue la primera en morir, suicidada al saber que tenía sida.(Pág. 18)
Una jeringuilla compartida. Sólo pudo ser eso. No creo que fuera algo sexual.
Todo lo que tenía Cyrille era su belleza, su éxito, su fama.
Su belleza lo era todo. Por eso se mató. No quiso verse destruida. (Pág. 93)
Lo de Jess fue más complicado. Primero, el escándalo originado al saberse que había abortado. Segundo, su propia muerte, a los escasos meses de la de Cyrille, causada por una sobredosis de drogas. Tercero, el asesinato del hombre que la introdujo en el mundo de las drogas.(Pág. 18)
Y Vania desapareció durante diez años...
Era un persona sensible, buena, encantadora, romántica, emotiva. Un ser humano lleno de luz metido en el rostro y en el cuerpo de una mujer que supo cautivar al mundo con ella. La profesión de ser modelo la llenaba, pero no le había dado lo más importante: orgullo de sentirse bien consigo misma. (Pág. 181)
Al comienzo era una chica normal, alta delgada, por supuesto, pero normal. Lo de pasarse, porque pasó, fue a partir de los quince o dieciséis. En aquellos días el culto al esqueleto más que a la forma femenina se hizo religión oficial. Los modistos las querían sin nada, sin pecho, sin caderas, casi sin rostro, aunque parezca un contra sentido, andróginas, para poder moldearlas a su antojo con cada colección y cada pase. Puro cool, con frialdad. Pero claro, no todas servían. No bastaba con estar delgadas. La magia de esas chicas reside en lo que desprenden, lo que emanan. (Pág. 32)
La palabra clave era ésa: nuevo. Joven y nuevo. Brillante y nuevo. Velocidad. (Pág. 19)
Me llevé de la redacción todo lo que encontré de las Wire-grils, las Chicas de Alambre, juntas y por separado. Pasé la mañana haciendo una primera selección de material, desechando lo conocido o lo tópico, y el resto, a casa. (Pág. 15)
Y el reportaje debía hablar de esas muertes, de cómo unas chicas jóvenes, ricas, famosas y deseadas habían muerto en la cumbre, justo por aquello por lo que habían luchando siempre. (Pág. 46)
Mi madre tiene cincuenta años, exactamente el doble que yo, pero la cojera no guarda relación alguna con la edad. La pierna derecha le quedó casi destrozada en el mismo accidente de coche en el que perdió la vida mi padre. (Pág. 11)
Paula Montornés, editora, propietaria y directora de Zonas Interiores, se convirtió de nuevo en mi madre. (Pág. 14)
Sentada allí era un diosa, la dueña de un pequeño, muy pequeño, muy pequeño reino, pero diosa a fin de cuentas, con un prestigio ganado a pulso. (Pág. 14)
Soy amable con las chicas. Un defecto como otro cualquiera. Siempre he intentado tratarlas bien, aunque ellas me traten mal. Tal vez sea porque no las entiendo, porque crecí con una madre fuerte haciendo de padre, o porque soy un romántico. Me puede un rostro bello, o alguien del sexo opuesto con el suficiente carisma como para hacerme soñar, estremecer. (Pág. 36)
La mayoría de las modelos actuales se inicia a los doce o trece años, y pueden explotar entre los quince y los diecisiete local o internacionalmente. En un mundo en el que, a los veinticinco, ya eres vieja, todo pasa muy rápido. (Pág. 84)
Para ellas es el máximo de la fantasía. Ser modelo es una religión. (Pág. 102)
Trisha Bonmarchais era una magnífica relaciones públicas de su universo, porque creía en lo que decía.(Pág. 13)
Ganan mucho dinero, son famosas, viven romances con estrellas del rock o del cine, y por lo general se casan con hombres poderosos. Pero el reverso de la moneda no las abandona. Las tops anoréxicas y bulímicas son las que peor lo tienen. (Pág. 84)
Vania había sido una musa, una imagen de marca, un espejo, un símbolo; muchas cosas además de una muñeca rota. (Pág. 19)
La anorexia casi la mató, debes saberlo, pero aún con ella... era preciosa, única. Ahora tendría treinta y cinco años, así que... era... la plenitud, chico. La plenitud. Toda una mujer. (Pág. 32)
Era como una sombra. Parecía a punto de quebrarse, o desaparecer, de delgada que estaba. Piel y hueso. (Pág. 93)
Después del juicio por el asesinato de aquel hombre, estuvo en una clínica para combatir su anorexia antes de que fuera tarde, y tras eso... hizo las maletas y se fue. (Pág. 25)
Vania había tenido sólo tres parejas estables a lo largo de su vida, Tomás Fernández, Nando Iturralde y Robert Ashcroft, con el que se casó. (Pág. 65)
A veces, por debajo de su costra, asomaba la humanidad de una mujer hablando de su única sobrina, la inesperada top model producto de una locura de su madre. (Pág. 26)
Luisa Cadafalch era una anciana prematura de sesenta y cinco años. Digo prematura porque nada más verla supe que siempre había sido así, una mujer solitaria y con un poso de amargura albergado casi como marca de nacimiento en sus genes y en sus raíces. Era alta, seca, de tono adusto y mirada firme, grave, tan grave como su austera ropa, negra de arriba abajo. (Pág. 21)
El hombre que, ya con cuarenta años, había seducido a la madre de Vania y las había embarazado. (Pág. 48)
Vive anclado a una silla de ruedas, protegido por una inefable esposa. (Pág.54)
A los cuarenta años, cuando había seducido a Mercedes Cadafalch, Vicente Molins debía de ser un hombre atractivo, con encanto y cierto poder. Ahora la decrepitud le había alcanzado de lleno. Más que delgado estaba enteco, sus ojos se hundían en los cuévanos como si fueran taladros, apenas si tenían cabello y vestía una bata clásica, gris, a cuadros. Las manos, huesudas, reposaban en los márgenes de al silla. (Pág. 50)
Vicente Molins era un industrial catalán que había hecho fortuna en la España de Franco y se había quedado a vivir en la capital del reino. (Pág. 49)
Daba la impresión de que fuera a sufrir un ataque de algo, pero era más bien la rabia, la furia, la impotencia por verse allí mientras el pasado volvía una vez más a ponérsele delante. (Pág. 51)
Federick Dejonet, el hombre que llevó a Cyrille a París, tenía ochenta y, por el contrario, hubiera parecido fácilmente rondar tan sólo los setenta.
Alto, con glamour, clase, elegancia. (Pág. 86)
Vestía un traje impecable, americana, azul oscuro, pantalones blancos, camisa azul cielo abierta, pañuelo en el cuello, zapatos, también blancos, sin calcetines. (Pág. 88)
Aquella importante única, explosiva, natural, en bruto, todavía sin modelar. Aquella piel azabache, aquellos labios tan perfectos, aquellos ojos de mirada tan inquisitiva. Era la mujer perfecta.
Pero yo lo fui todo para ella. Padre, marido, amante, hermano. (Pág. 91)
Le di la mano al tipo que había sido capaz de seducir hasta el matrimonio de Vania. Cuando se casaron, él tendría unos treinta y pocos. Ahora habían pasado doce años, así que tenía unos cuarenta y muchos. (Pág. 124)
Porque yo la conocí bien. Porque ya entonces estaba agotada. Porque es de esas personas que cuando toman una decisión... la siguen. Vania tenía carácter. Si dijo <<basta>>, lo hizo, seguir. Acabo de decirle que estaba agotada, y eso fue un año antes de las muertes de Cyrille y de Jess. Las tres eran uña y carne, casi una sola persona. (Pág. 126)
Cuando nos casamos, tuve que ponerla raya, y llego a dejarla. Sólo le faltó decirle: <<O tu marido o yo>>. Luego, al divorciarnos, le faltó tiempo para volver otra vez, o puede que Vania la llamara. Ejercía una influencia muy fuerte en ella, casi como si hubiera tomado el papel de la madre que tanto necesitaba Vania. (Pág. 127)
El fotógrafo que le hizo aquella primera gran sesión y las fotos que le abrieron camino, el noviete de los dieciséis años, su padre... todos eran ingredientes superfluos en la parte final de la historia, la desaparición de Vania, pero esenciales en un reportaje que hablara de ella desde el punto de vista de su vida, su carrera, su persona. (Pág. 28)
Carlos Sanromán aún tenía su estudio de fotografía. Hacía veintidós años que allí mismo, una adolescente Vanessa Molins Cadafalch comenzó a transformarse en Vania. (Pág. 28)
Carlos Sanromán rondaba los sesenta años. (Pág. 29)
Como muchos otros, como yo, sin haberla conocido jamás, seguía bajo el hechizo de su imagen y de su recuerdo. (Pág. 68)
Sé racionalizar, y más con la mente despejada. Según mi dilecta madre, es una de mis mejores virtudes, y algo que me viene de casta en mi trabajo como periodista. (Pág. 75)
Tenía setenta años, y ella, catorce, aunque la edad no contase. (Pág. 89)
La hija pequeña de los Hunt, Barbara Hunt, hermana menor de Jess, rodaba una serie.
Además, aunque deseaba verla también a ella, quienes me interesaban eran sus padres: Palmer Hunt y Agatha Hunt.
Barbara Hunt debía de contar ya con dieciocho años. (Pág. 131)
Vestía con clase, con un cierto sabor añejo, y tanto su rostro como sus gestos y su misma figura denotaban un estado de paz y equilibrio notables. (Pág. 132)
Palmer murió hace cuatro años, víctima de un cáncer de próstata. (Pág. 134)
Barbara Hunt era el vivo retrato de su hermana mayor, pero con los kilos justos y sin el morbo que aureolaba Jess.
Alta metro setenta y cinco, rubia, ojos limpios, transparentes, boca grande, labios espectaculares, cuerpo esbelto y perfecto, sin retoques. (Pág. 138)
Era habladora y divertida. (Pág. 141)
Me quedé hipnotizado viendo una imagen. Había dos rostros blancos y dos negros.
Jess, Cyrille, Vania y...
Noraima.(Pág. 142)
¿Donde están?- señalé la foto
en Aruba. (Pág. 143)
La mujer negra protegía a Vania, la amparaba, la conducía, impedía que se le acercaran los fotógrafos, desarrollaba una suerte de energía total y absoluta. (Pág. 97)
Era alta, esbelta, delgada, angulosa y sofisticada. Cien por cien parisina, porque Trisha, pese a su nombre exótico, era de allí mismo. Por supuesto, una de sus facultades era la de tener memoria, requisito indispensable. (Pág. 100)
Noraima Briezen era la criada, asistenta, secretaria, amiga personal, guardaespaldas y todo lo demás de Vania. (Pág. 170)
Vestía un conjunto, falda larga y una blusa. Intuí calidad, clase. (Pág. 178)
Una Vania apenas reconocible ya, con gafas oscuras, pañuelo en la cabeza, vestida de negro, frágil, breve. (Pág. 96) Queda su recuerdo, su memoria!
Entonces...-me puse pálido, comprendiendo lo que dejaban entrever sus palabras-¿Está muerta?
Y la respuesta de Noraima me dejó absolutamente aplastado:
-Por supuesto que lo está. ¿o creía usted que iba a encontrar aquí? (Pág. 185)
En el de la izquierda estaba ella:
<<Vanessa Molins Cadafalch>>
Muerta nueve años atrás. (Pág. 190)
El mal sabor de mi boca ya era general.
No entendía mi inquietud.
Tardé todavía unos segundos en comprender que lo que me pasaba no era un malestar por el final de un sueño.
Lo que sentía era una voz interior
El grito de...¿ mi instinto? (Pág. 193)
Algo se me pasaba por alto. Algo que no había visto, sentido, oído, notado. Algo.
Había un detalle, y me golpeó la razón de pronto.
Todas las flores estaban en el lado de Eliza.
Todas.
Ninguna en el de Vanessa. (Pág. 194)
Y yo tenía que explicar que era pintora, que se ponía perdida con la pintura, y que eso era normal en los artistas, porque lo de hacerlo con pinceles...
Las manos de Noraima estaban limpias, y cuidadas.
Muy limpias y muy cuidadas. En ellas no había caído una gota de pintura en días, semanas, meses.
¿Casualidad?
Entonces aparecían las flores en la tumba.
Todas debajo del nicho de Eliza, la niña.
Como si en la de al lado, en la de Vanessa, no hubiera nadie.
Nadie. (Pág. 198)
Me detuve frente a una ventana. Podía verse el interior de la casa.
Contuve la respiración.
Y después la vi a ella.
Vanessa Molins Cadafalch. (Pág. 199)
Ya no llevaba el cabello largo, sino corto; pero lo tenia igual de negro.
Ya no estaba tan delgada aunque tampoco la note excesivamente cambiada en eso. (Pág. 200)
Toco al puerta, abrió Noraima:
Y cuando me abrió Noraima...
¿Usted?
Déjeme hablar con ella, por favor.
Vania estaba allí, visible para los dos. (Pág. 201)
Al contrario que Noraima, en sus ojos no había nada salvo tristeza. (Pág. 202)
Sólo sé que después de darme las gracias, se acercó a mí y me dio un beso en los labios.
Fue ese nuestro último contacto, y nuestro adiós sin palabras. (Pág. 215)
El tiempo en el cual sucede esta novela son aproximadamente dos semanas.
Si bien la acción principal sucede en Aruba, el protagonista viaja a varios lugares (París, Los Ángeles, San Francisco, Nueva York o Madrid) para poder recopilar toda la información necesaria.
Sofía García es una “amiga” del protagonista Jon Boix.
Agitó el cabello, para sacarse el agua de encima. Lo tenía muy negro, ensortijado, largo hasta la altura de los hombros. Sus ojos también eran negros, y su labio, generosos, anchos. Tendría unos diecinueve años, veinte a lo sumo. (Pág. 37)
Era la más guapa, alta y sexy de las que esperaban, de largo, pero eso no servía para ser buena actriz. (Pág. 39)
Dada la impresión de estar muy curtida, de ser muy adulta, o también de haberlo pasado mal. A los diecinueve o veinte años, muchas eran veteranas en un negocio que cada vez las exigía más jóvenes y las quemaba antes. (Pág. 38)
Su rostro revestido de paz aún era más de porcelana, y estaba muy hermosa. Relajadamente hermosa. (Pág. 155)
Campos de Fresas
La primera en entrar en la sala de espera fue norma, la hermana pequeña de Luciana. Después lo hicieron ellos, los padres. (Pág.14)
Las miradas de los recién llegados convergieron en las de los amigos de Luciana. (Pág. 14)
Los ojos del hombre tenían un halo de marcada dureza. Los de su esposa, en cambio, naufragaban en la impotencia y el desconcierto. La cara de norma era una máscara inexpresiva.
-¿cómo está? –quiso saber cinta.
El padre de Luciana se detuvo en medio de la sala, abarcándolos con su mirada llena de aristas. Vieron en ella muchas preguntas, y leyeron aun mas sentimientos: ira, rabia, frustración, dolor. (Pág. 14)
Tenia agujas clavadas en un brazo, por las que probablemente reciba el suero, un pequeño artilugio fijado en un hombro y conectado a sondas y aparatos que desconocía; un tubo enorme, de unos tres centímetros de diámetro, de color blanco y amarillo, parecía ser el nuevo cordón umbilical de su vida. De el partía un derivado que entraba en su boca, abierta. Otro, sellado con cinta a su nariz se incrustaba en el orificio de la derecha. Por la parte de debajo de la cama asomaba una bolsa del plástico, donde irían los orines cuando se produjeran. (Pág. 18)
Casi hechizada por aquella imagen tan triste y dramática, con los ojos cerrados y la boca abierta, conectada a todos los aparatos que la mantenían con vida. (Pág. 86)
Luis Salas apartó la mirada de su hija y la fijó en su mujer, que seguía como hipnotizada. Norma acababa de salir una vez más, incapaz de quedarse quieta, asustada y al mismo tiempo nerviosa por aquel caos de emociones y sensaciones. (Pág. 95)
Luciana podía morir, esa era la realidad. (Pág. 19)
Los nervios se mantenían a flor de piel, pero aun adormecidos, o mejor dicho atontados, a causa del estallido de la situación. Ahora empezaba a aflorar plenamente. (Pág. 9)
¿Qué le pasó exactamente a Luciana?
Empezó a subirle la temperatura del cuerpo.
No –Santi detuvo a Cinta-. Primero se mareó, y luego vino lo de los calambres musculares. (Pág.22)
Fue todo junto-apuntó Máximo-. Yo me asusté cuando vi que dejaba de sudar. Entonces comprendí que le venía un golpe de calor. (Pág. 23)
¿Qué pasó después?-siguió el doctor Pons.
Empezó con las convulsiones, el corazón se le disparó y... (Pág.23)
Se levanto y fue hacia el teléfono moviéndose como un muñeco articulado que inicia su andadura. No solo era el cuello, por haberse quedado dormido sobre la mesa, sino los músculos, agarrotados y la sensación de mareo producto del súbito de despertar. (Pág. 10)
Tenia la boca pastosa, los ojos espesos y la lengua pegada al paladar. (Pág. 10)
Eloy; venía corriendo, congestionado aún por la prisa que se había dado en llegar desde su casa a aquella hora. (Pág. 25)
El sol acababa de despuntar mas allá de la ciudad, la mujer ya estaba en pie como cada mañana, por costumbre. Estaba cerca del teléfono, en la cocina preparándose su primer café. (Pág.12)
Pese al camisón, que le llegaba un poco más arriba de las rodillas, la delgadez de su hija era tan manifiesta que seguía horrorizándola. Los brazos y las piernas eran simples huesos con apenas unos gramos de carne. (Pág. 39)
El pecho no existía. Pero lo peor seguía siendo el rostro, enteco, lleno de ángulos debido a que en él no había ya más que piel. (Pág. 40)
Casi podía contar sus huesos, las diagonales de sus costillas, el vientre hundido, la pelvis salida y extrañamente frondosa, las nudosidades de sus rodillas, la piel seca, el cabello débil y sin fuerza que se caía cada día más.(Pág. 59)
Luciana, tan llena de vida, siempre alegre. (Pág. 60)
Apenas veinticuatro horas antes, Luciana había estado allí, a su lado, frente a aquel espejo, obligándola también a mirarse. (Pág. 60)
Miró sus dedos. De tanto introducírselos en la boca para vomitar los tenía sin uñas, doblados, convertidos en dos garfios, atacados por los ácido del estomago. Miró sus dientes, con las encías descarnadas, también destrozados por los ácidos estomacales que subían con la comida al vomitar. Miró sus pies, sus hermosos pies, casi tanto como las manos unos años antes, ahora llenos de callosidades, pues al perder peso, al desaparecer la carne de su cuerpo, habían tenido que desarrollar su propia base para sostenerla. (Pág. 60)
No es éxtasis –aclaró el médico–, sino eva. (Pág. 34)
Una simple pastilla blanca, redonda, del tamaño de una uña, o tal vez más pequeña. (Pág. 53)
Una simple noche, una simple pastilla que se suponía iba a disparar... (Pág. 54)
Lo único que deseaba era pasar una noche loca, emborracharme de música, olvidar, volar. Lo deseaba más que nunca.( Pág. 29)
La paz es la muerte. La reina negra me abate. El rey negro acecha. El dolor es la vida. Mi caballo blanco, mis alfiles, mis torres, mis peones me llevan al jaque mate. Oscuridad y luz. Pero me siento atrapada, paralizada.
Si me dejo llevar, volando hacia la oscuridad, todo habrá acabado. (Pág. 157)
Me toca mover. Pasa el tiempo y la partida está en tablas. Pero me toca mover. Mi rival acaba de lanzar un ataque sobre las posiciones de mi rey y mi reina. Es una situación comprometida. Debo hacerlo. Puedo sacrificar una torre para escapar, o meditar detenidamente mi propio ataque, lanzando el caballo sobre su alfil. ¿Y ese peón? Cuidado. Mi rival es bueno. Es el mejor que he tenido nunca.
Porque ahora sé cómo es.
Sé quién es.
Le he visto la cara.
Mi rival es la muerte, y juega a ganar. (Pág. 97)
Mariano zapata ya había sacado la pequeña cámara de alta sensibilidad del bolsillo de su cazadora.
Hizo una, dos, tres fotografías rápidas. La primera a los pies de la cama, las otras dos de cerca, muy de cerca.
Como impregnaría la portada del periódico y las conciencias de sus lectores. (Pág. 87)
Mariano Zapata.
Suspiró feliz orgulloso de su obra.
Empezó a leerlo en voz alta. Primero, el titular, después, los antetítulos. Finalmente, el artículo. (Pág. 136)
L.S.M. de dieciocho años, era campeona de ajedrez, una chica normal, modélica, buena estudiante, con unos padres felices y una hermana pequeña. Tenía novio. Todo eso se ha ido en unos segundos, solo porque una pastilla se cruzo en su camino. El coma puede se eterno, llevarla a un rápido y fatal desenlace, o cesar inesperadamente. Pero eso no ocultará la cruda realidad. Como decían lo Beatles, los campos de fresas pueden llegar a ser eternos.
L.S.M. bailó el viernes por la noche con la muerte y sigue bailando. (Pág. 140)
En aquellas pocas horas, había aprendido todo lo que tenía que aprender de la situación y de todo aquello que ahora la mantenía con vida de forma artificial. El tubo de la nariz era una sonda nasogástrica; el de la boca, un respirador para la ventilación asistida, y que la unía a la bomba que le suministraba a ella el aire. (Pág. 76)
Luciana siempre ha sido una gran chica, tiene un corazón de oro. Todo el mundo lo sabe.(Pág. 96)
Una mujer de dieciocho años. (Pág. 51)
Se sintió tan culpable que entonces sí, algo se rompió en su interior. (Pág. 19)
Cinta era de estatura media, tirando a baja, adolescentemente atractiva con la ropa que llevaba, pero también juvenilmente sexy: cabello largo, ojos grandes, labios pequeños, cuerpo en plena explosión. Santi y Máximo, en cambio, eran como el día y la noche. El primero llevaba el cabello corto y tenia la cara llena de espinillas, como si en lugar de piel tuviera un sembrado. El segundo mostraba una densa cabellera rizada, como si de la cabeza le nacieran dos o tres mil tirabuzones de color negro que luego le caían en desorden por todas partes. (Pág. 21)
El exterior de after hour era un hervidero de chicos y chicas no precisamente dispuestos a disfrutar de los primero rayos del sol de la mañana. Unos hablaban, excitados, tomándose un respiro para seguir bailando. Otros descansaban, agotados aunque no rendidos. Algunos seguían bebiendo de sus botellas, básicamente agua. Pero la mayoría reían y planeaban la continuidad de la fiesta, allí o en cualquier otra parte. Cerca de la puerta del locas, la música atronaba el espacio con su machacona insistencia, puro ritmo, sin melodías ni suavidades que nadie quería. (Pág.15)
Se movía entre los chicos y las chicas, la mayoría muy jóvenes y adolescentes. Y lo hacia con meticulosa cautela, igual que un pescador entre un banco de peces, solo que el no tenia que extender la mano para atrapar a ninguno. Eran los peces los que le buscaban si querían. (Pág. 16)
Poli García entró en el bar.
Era un hombre de unos treinta años, puede que menos, nariz aguileña. (Pág. 30)
Acabó llamando a Victorino para que le trajera una cerveza.
Poli cogió el ticket maquinalmente. En la parte superior estaba escrito el nombre del local: Bar Restaurante La Perla.
Jugo con él, enrollándolo, matando el tiempo de espera.
Alejandro Castro acabó asomando la cabeza por la misma puerta, miró hacia el y le hizo un leve gesto. (Pág. 121)
Eloy se sintió cansado y abatido; en primer lugar, por las pocas e incómodas horas que había logrado dormir durante la noche, y en segundo lugar, por el fracaso de sus pesquisas.(Pág. 87)
Eloy tuvo el flash. Ana y Paco. Ellos también estaban allí.(Pág. 88)
Pero lo importante es que sabía dónde vivían, y eran amigos de Raúl. (Pág. 89)
¡Iba a una privada!
Era un loco del baile, un loco de la mákina, un perfecto modelo de genuina estirpe.
Vivía por y para el fin de semana. (Pág. 108)
Raúl tenía los ojos muy abiertos, el rostro congestionado, la huella de las hormigas mordiéndole el trasero, la energía de cuanto llevara en el cuerpo disparando todas sus reservas.
Estaba muy pasado, muchísimo. Probablemente habría empezado con alcohol el viernes por la noche, para darle a las pastillas de éxtasis de madrugada. (Pág. 112)
Continuó riéndose y bailando, aunque ahora, agarrado por Eloy, más bien parecía un muñeco articulado, una marioneta. (Pág. 113)
Consiguió encontrar a el camello que les había vendido la pastilla. Lo perdiguieron.
El camello resbaló, pisó algo, o fue su propia velocidad. Fuere como fuere, sus piernas salieron disparadas hacia arriba, mientras el resto de su cuerpo se le quedaba atrás.
Después cayó al suelo, de nuca. (Pág. 162)
Eloy fue el primero en llegar, pero no se ocupó de caído, ni de la mancha de sangre que iba formándose bajo su cabeza.
Está... muerto –dijo Máximo.
Desde allí miró el cadáver con su odio final. No tenía que registrarle para saber que ya no llevaba ninguna pastilla encima. (Pág. 163)
Vicente Espinos cogió el dinero que llevaba encima el Mosca. Lorenzo Roca se quedó con el pequeño ticket en la mano.
-Bar Restaurante La Perla.(Pág. 164)
Puede que esa sea la clave: luchar (Pág. 79)
Mis peones acosan. El fin está cerca. Jaque. Una jugada más y... Jaque mate. Quiero vivir. (Pág. 163)
Yo voy al hospital –dijo Eloy. (Pág. 165)
Vamos todos –dijo Cinta.
Debió caérsele al correr.
En la palma de la mano había una pastilla blanca, con una media luna en relieve impresa en su superficie. (Pág. 166)
Cerró los ojos por última vez, solo para ver cómo la reina negra se alejaba vencida por un recodo del camino llevándose a su derrotado rey, y convencerse a sí misma de que había vuelto. Y de que había ganado. Después los abrió, dispuesta a mantenerlos así.
Vio a sus padres y a su hermana, rodeándola.
Estaba viva. (Pág. 166)
Abrió los ojos cuando el primer zumbido del teléfono aun no había muerto y lo primero que encontró fueron los dígitos verdes de su radio-reloj en la oscuridad de la noche. Por ello supo que la llamada no podía ser buena. (Pág. 7)
Le llamo desde el clínico. Me temo que ha sucedido algo delicado y necesitamos... (Pág. 7)
-¿es mi hija?-pregunto automáticamente el.(Pág. 8)
Su hija ha tomado algún tipo de sustancias peligrosa señor salas. La han traído sus amigos y estamos haciendo todo lo posible por ella. (Pág. 8)
Hospital clínico. Entren por urgencias. (Pág. 8)
la tensión le hizo atropellarse, la presión de la mano de su esposa le hizo daño, su cabeza entro en una espiral de miedos y angustias. (Pág. 8 )
La acción principal sucede en el Hospital clínico, aunque donde lucia se descompone es en Pandora’s (discoteca).
El tiempo en el que ella esta en como son dos días, 48 hs.
Gladys Newman era una chica de quince años, absolutamente fanática de Jess, de Cyrille y de Vania, es decir de las Wire-grils. En este caso, la consecuencia fue dramática. Estaba loca, o enloqueció; da lo mismo. Toda su habitación estaba llena de fotografías de Jess, Cyrille y de Vania. Llena. Las imitaba en todo, pero esencialmente en querer estar como ellas. Murió de anorexia. (Pág. 147)
Eran un modelo a seguir. Pese a su aspecto enfermizo por culpa de las drogas y la anorexia. (Pág. 20)
El mundo ya las había bautizado con aquel nombre, Wire-grils. Juntas fueron el modelo de miles de chicas, tan anoréxicas como ellas por degeneración. (Pág. 18)
Tres amigas de verdad, todas para una y una para todas. (Pág. 140)
Habían formado una especie de familia o sociedad.
Se querían. Se necesitaban. Se tenían. Y es lógico que fuese así. Las tres eran como una sola. (Pág. 69)
Una morocha, una rubia y una negra.(Pág. 16)
Vania, con su largo cabello negro, sus ojos grises, profundos, dulcemente tristes siempre, la nariz recta y afilada, el mentón redondo, los labios carnosos, su imagen de perenne inocencia juvenil que tantos estragos había causado entre sus fans y admiradores. Jess Hunt, rubia como el trigo, cabello aún mas largo y rizado con profusión, ojos verdes, siempre sonriente, chispeante, con su enorme boca abierta y sus dientes blancos como una de sus muestra de identidad, mandíbulas firmes, frente y pómulos perfectos. Y Cyrille, negra y de piel brillante como el azabache, cabello corto, ojos de tigresa oscuros y misteriosos, boca pequeña, labios rojos de fresa, rostro cincelado por un Miguel Ángel africano capas de consumar una obra maestra. Y por supuesto, lo mas característico de las tres: su estatura, metro ochenta, su tipo moldeado por una naturaleza milimétrica... y su extrema delgadez. (Pág. 16)
Interinamente, sin embargo, quien sí la descubrió fue el fotógrafo que a los trece años le hizo su primera sesión <<como mujer>> y le vaticinó el futuro. Vania creyó en él además en sí misma.(Pág. 18)
¡La misma cámara la quería, que es algo esencial! No sólo eran aquellos ojos siempre tristes, su aspecto lánguido, su inocencia plagada de ternuras, también era el morbo que eso producía. Tenia trece años. ¡Trece años! (Pág. 33)
Después llegó lo de Miss Ohio, además de otras muchas cosas siempre relacionadas con la belleza. Jess hizo un rápida y meteórica carrera. Fue la que lo tuvo más fácil de las tres.(Pág. 16)
Con quince años y caminando por los campos Elíseos, Jean Claude Pleyel, cazatalentos y dueño de una de las mejores agencias de Francia, supo ver en ellas lo que muy poco después verían millones de ojos en el mundo: que era especial, capaz de enamorar a la cámara y de vender lo que se pusiera, ya fuera de ropa o un perfume. Así nació Cyrille, su nombre artístico. (Pág.17)
Cyrille estaba muerta en vida, no podía amar a nadie.(Pág. 90)
Le hicieron una ablación de clítoris cuando tenía nueve años.
A miles de niñas se les amputa el clítoris para anularles l deseo, para que no sientan el placer sexual.
Jess Hunt tuvo una vida azarosa, y Vania, aunque menos, también. Amaron y fueron amadas. Cyrille, no. Era fría.(Pág. 90)
Hablé con Cyrille, y lo confesó. Ella y Jess estaban colgadas ya. Vania no, lo suyo era anoréxico puro. Bueno... lo de las Wire-grils fue un invento de Pleyel, así que tenía que mantenerlas esqueléticas para seguir con esa leyenda. (Pág. 92)
Ese cabrón les daba heroína y cocaína a sus chicas, par que siempre estuvieran delgadas, para que no engordaran y también para tenerlas en un puño. (Pág. 92)
Cyrille fue la primera en morir, suicidada al saber que tenía sida.(Pág. 18)
Una jeringuilla compartida. Sólo pudo ser eso. No creo que fuera algo sexual.
Todo lo que tenía Cyrille era su belleza, su éxito, su fama.
Su belleza lo era todo. Por eso se mató. No quiso verse destruida. (Pág. 93)
Lo de Jess fue más complicado. Primero, el escándalo originado al saberse que había abortado. Segundo, su propia muerte, a los escasos meses de la de Cyrille, causada por una sobredosis de drogas. Tercero, el asesinato del hombre que la introdujo en el mundo de las drogas.(Pág. 18)
Y Vania desapareció durante diez años...
Era un persona sensible, buena, encantadora, romántica, emotiva. Un ser humano lleno de luz metido en el rostro y en el cuerpo de una mujer que supo cautivar al mundo con ella. La profesión de ser modelo la llenaba, pero no le había dado lo más importante: orgullo de sentirse bien consigo misma. (Pág. 181)
Al comienzo era una chica normal, alta delgada, por supuesto, pero normal. Lo de pasarse, porque pasó, fue a partir de los quince o dieciséis. En aquellos días el culto al esqueleto más que a la forma femenina se hizo religión oficial. Los modistos las querían sin nada, sin pecho, sin caderas, casi sin rostro, aunque parezca un contra sentido, andróginas, para poder moldearlas a su antojo con cada colección y cada pase. Puro cool, con frialdad. Pero claro, no todas servían. No bastaba con estar delgadas. La magia de esas chicas reside en lo que desprenden, lo que emanan. (Pág. 32)
La palabra clave era ésa: nuevo. Joven y nuevo. Brillante y nuevo. Velocidad. (Pág. 19)
Me llevé de la redacción todo lo que encontré de las Wire-grils, las Chicas de Alambre, juntas y por separado. Pasé la mañana haciendo una primera selección de material, desechando lo conocido o lo tópico, y el resto, a casa. (Pág. 15)
Y el reportaje debía hablar de esas muertes, de cómo unas chicas jóvenes, ricas, famosas y deseadas habían muerto en la cumbre, justo por aquello por lo que habían luchando siempre. (Pág. 46)
Mi madre tiene cincuenta años, exactamente el doble que yo, pero la cojera no guarda relación alguna con la edad. La pierna derecha le quedó casi destrozada en el mismo accidente de coche en el que perdió la vida mi padre. (Pág. 11)
Paula Montornés, editora, propietaria y directora de Zonas Interiores, se convirtió de nuevo en mi madre. (Pág. 14)
Sentada allí era un diosa, la dueña de un pequeño, muy pequeño, muy pequeño reino, pero diosa a fin de cuentas, con un prestigio ganado a pulso. (Pág. 14)
Soy amable con las chicas. Un defecto como otro cualquiera. Siempre he intentado tratarlas bien, aunque ellas me traten mal. Tal vez sea porque no las entiendo, porque crecí con una madre fuerte haciendo de padre, o porque soy un romántico. Me puede un rostro bello, o alguien del sexo opuesto con el suficiente carisma como para hacerme soñar, estremecer. (Pág. 36)
La mayoría de las modelos actuales se inicia a los doce o trece años, y pueden explotar entre los quince y los diecisiete local o internacionalmente. En un mundo en el que, a los veinticinco, ya eres vieja, todo pasa muy rápido. (Pág. 84)
Para ellas es el máximo de la fantasía. Ser modelo es una religión. (Pág. 102)
Trisha Bonmarchais era una magnífica relaciones públicas de su universo, porque creía en lo que decía.(Pág. 13)
Ganan mucho dinero, son famosas, viven romances con estrellas del rock o del cine, y por lo general se casan con hombres poderosos. Pero el reverso de la moneda no las abandona. Las tops anoréxicas y bulímicas son las que peor lo tienen. (Pág. 84)
Vania había sido una musa, una imagen de marca, un espejo, un símbolo; muchas cosas además de una muñeca rota. (Pág. 19)
La anorexia casi la mató, debes saberlo, pero aún con ella... era preciosa, única. Ahora tendría treinta y cinco años, así que... era... la plenitud, chico. La plenitud. Toda una mujer. (Pág. 32)
Era como una sombra. Parecía a punto de quebrarse, o desaparecer, de delgada que estaba. Piel y hueso. (Pág. 93)
Después del juicio por el asesinato de aquel hombre, estuvo en una clínica para combatir su anorexia antes de que fuera tarde, y tras eso... hizo las maletas y se fue. (Pág. 25)
Vania había tenido sólo tres parejas estables a lo largo de su vida, Tomás Fernández, Nando Iturralde y Robert Ashcroft, con el que se casó. (Pág. 65)
A veces, por debajo de su costra, asomaba la humanidad de una mujer hablando de su única sobrina, la inesperada top model producto de una locura de su madre. (Pág. 26)
Luisa Cadafalch era una anciana prematura de sesenta y cinco años. Digo prematura porque nada más verla supe que siempre había sido así, una mujer solitaria y con un poso de amargura albergado casi como marca de nacimiento en sus genes y en sus raíces. Era alta, seca, de tono adusto y mirada firme, grave, tan grave como su austera ropa, negra de arriba abajo. (Pág. 21)
El hombre que, ya con cuarenta años, había seducido a la madre de Vania y las había embarazado. (Pág. 48)
Vive anclado a una silla de ruedas, protegido por una inefable esposa. (Pág.54)
A los cuarenta años, cuando había seducido a Mercedes Cadafalch, Vicente Molins debía de ser un hombre atractivo, con encanto y cierto poder. Ahora la decrepitud le había alcanzado de lleno. Más que delgado estaba enteco, sus ojos se hundían en los cuévanos como si fueran taladros, apenas si tenían cabello y vestía una bata clásica, gris, a cuadros. Las manos, huesudas, reposaban en los márgenes de al silla. (Pág. 50)
Vicente Molins era un industrial catalán que había hecho fortuna en la España de Franco y se había quedado a vivir en la capital del reino. (Pág. 49)
Daba la impresión de que fuera a sufrir un ataque de algo, pero era más bien la rabia, la furia, la impotencia por verse allí mientras el pasado volvía una vez más a ponérsele delante. (Pág. 51)
Federick Dejonet, el hombre que llevó a Cyrille a París, tenía ochenta y, por el contrario, hubiera parecido fácilmente rondar tan sólo los setenta.
Alto, con glamour, clase, elegancia. (Pág. 86)
Vestía un traje impecable, americana, azul oscuro, pantalones blancos, camisa azul cielo abierta, pañuelo en el cuello, zapatos, también blancos, sin calcetines. (Pág. 88)
Aquella importante única, explosiva, natural, en bruto, todavía sin modelar. Aquella piel azabache, aquellos labios tan perfectos, aquellos ojos de mirada tan inquisitiva. Era la mujer perfecta.
Pero yo lo fui todo para ella. Padre, marido, amante, hermano. (Pág. 91)
Le di la mano al tipo que había sido capaz de seducir hasta el matrimonio de Vania. Cuando se casaron, él tendría unos treinta y pocos. Ahora habían pasado doce años, así que tenía unos cuarenta y muchos. (Pág. 124)
Porque yo la conocí bien. Porque ya entonces estaba agotada. Porque es de esas personas que cuando toman una decisión... la siguen. Vania tenía carácter. Si dijo <<basta>>, lo hizo, seguir. Acabo de decirle que estaba agotada, y eso fue un año antes de las muertes de Cyrille y de Jess. Las tres eran uña y carne, casi una sola persona. (Pág. 126)
Cuando nos casamos, tuve que ponerla raya, y llego a dejarla. Sólo le faltó decirle: <<O tu marido o yo>>. Luego, al divorciarnos, le faltó tiempo para volver otra vez, o puede que Vania la llamara. Ejercía una influencia muy fuerte en ella, casi como si hubiera tomado el papel de la madre que tanto necesitaba Vania. (Pág. 127)
El fotógrafo que le hizo aquella primera gran sesión y las fotos que le abrieron camino, el noviete de los dieciséis años, su padre... todos eran ingredientes superfluos en la parte final de la historia, la desaparición de Vania, pero esenciales en un reportaje que hablara de ella desde el punto de vista de su vida, su carrera, su persona. (Pág. 28)
Carlos Sanromán aún tenía su estudio de fotografía. Hacía veintidós años que allí mismo, una adolescente Vanessa Molins Cadafalch comenzó a transformarse en Vania. (Pág. 28)
Carlos Sanromán rondaba los sesenta años. (Pág. 29)
Como muchos otros, como yo, sin haberla conocido jamás, seguía bajo el hechizo de su imagen y de su recuerdo. (Pág. 68)
Sé racionalizar, y más con la mente despejada. Según mi dilecta madre, es una de mis mejores virtudes, y algo que me viene de casta en mi trabajo como periodista. (Pág. 75)
Tenía setenta años, y ella, catorce, aunque la edad no contase. (Pág. 89)
La hija pequeña de los Hunt, Barbara Hunt, hermana menor de Jess, rodaba una serie.
Además, aunque deseaba verla también a ella, quienes me interesaban eran sus padres: Palmer Hunt y Agatha Hunt.
Barbara Hunt debía de contar ya con dieciocho años. (Pág. 131)
Vestía con clase, con un cierto sabor añejo, y tanto su rostro como sus gestos y su misma figura denotaban un estado de paz y equilibrio notables. (Pág. 132)
Palmer murió hace cuatro años, víctima de un cáncer de próstata. (Pág. 134)
Barbara Hunt era el vivo retrato de su hermana mayor, pero con los kilos justos y sin el morbo que aureolaba Jess.
Alta metro setenta y cinco, rubia, ojos limpios, transparentes, boca grande, labios espectaculares, cuerpo esbelto y perfecto, sin retoques. (Pág. 138)
Era habladora y divertida. (Pág. 141)
Me quedé hipnotizado viendo una imagen. Había dos rostros blancos y dos negros.
Jess, Cyrille, Vania y...
Noraima.(Pág. 142)
¿Donde están?- señalé la foto
en Aruba. (Pág. 143)
La mujer negra protegía a Vania, la amparaba, la conducía, impedía que se le acercaran los fotógrafos, desarrollaba una suerte de energía total y absoluta. (Pág. 97)
Era alta, esbelta, delgada, angulosa y sofisticada. Cien por cien parisina, porque Trisha, pese a su nombre exótico, era de allí mismo. Por supuesto, una de sus facultades era la de tener memoria, requisito indispensable. (Pág. 100)
Noraima Briezen era la criada, asistenta, secretaria, amiga personal, guardaespaldas y todo lo demás de Vania. (Pág. 170)
Vestía un conjunto, falda larga y una blusa. Intuí calidad, clase. (Pág. 178)
Una Vania apenas reconocible ya, con gafas oscuras, pañuelo en la cabeza, vestida de negro, frágil, breve. (Pág. 96) Queda su recuerdo, su memoria!
Entonces...-me puse pálido, comprendiendo lo que dejaban entrever sus palabras-¿Está muerta?
Y la respuesta de Noraima me dejó absolutamente aplastado:
-Por supuesto que lo está. ¿o creía usted que iba a encontrar aquí? (Pág. 185)
En el de la izquierda estaba ella:
<<Vanessa Molins Cadafalch>>
Muerta nueve años atrás. (Pág. 190)
El mal sabor de mi boca ya era general.
No entendía mi inquietud.
Tardé todavía unos segundos en comprender que lo que me pasaba no era un malestar por el final de un sueño.
Lo que sentía era una voz interior
El grito de...¿ mi instinto? (Pág. 193)
Algo se me pasaba por alto. Algo que no había visto, sentido, oído, notado. Algo.
Había un detalle, y me golpeó la razón de pronto.
Todas las flores estaban en el lado de Eliza.
Todas.
Ninguna en el de Vanessa. (Pág. 194)
Y yo tenía que explicar que era pintora, que se ponía perdida con la pintura, y que eso era normal en los artistas, porque lo de hacerlo con pinceles...
Las manos de Noraima estaban limpias, y cuidadas.
Muy limpias y muy cuidadas. En ellas no había caído una gota de pintura en días, semanas, meses.
¿Casualidad?
Entonces aparecían las flores en la tumba.
Todas debajo del nicho de Eliza, la niña.
Como si en la de al lado, en la de Vanessa, no hubiera nadie.
Nadie. (Pág. 198)
Me detuve frente a una ventana. Podía verse el interior de la casa.
Contuve la respiración.
Y después la vi a ella.
Vanessa Molins Cadafalch. (Pág. 199)
Ya no llevaba el cabello largo, sino corto; pero lo tenia igual de negro.
Ya no estaba tan delgada aunque tampoco la note excesivamente cambiada en eso. (Pág. 200)
Toco al puerta, abrió Noraima:
Y cuando me abrió Noraima...
¿Usted?
Déjeme hablar con ella, por favor.
Vania estaba allí, visible para los dos. (Pág. 201)
Al contrario que Noraima, en sus ojos no había nada salvo tristeza. (Pág. 202)
Sólo sé que después de darme las gracias, se acercó a mí y me dio un beso en los labios.
Fue ese nuestro último contacto, y nuestro adiós sin palabras. (Pág. 215)
El tiempo en el cual sucede esta novela son aproximadamente dos semanas.
Si bien la acción principal sucede en Aruba, el protagonista viaja a varios lugares (París, Los Ángeles, San Francisco, Nueva York o Madrid) para poder recopilar toda la información necesaria.
Sofía García es una “amiga” del protagonista Jon Boix.
Agitó el cabello, para sacarse el agua de encima. Lo tenía muy negro, ensortijado, largo hasta la altura de los hombros. Sus ojos también eran negros, y su labio, generosos, anchos. Tendría unos diecinueve años, veinte a lo sumo. (Pág. 37)
Era la más guapa, alta y sexy de las que esperaban, de largo, pero eso no servía para ser buena actriz. (Pág. 39)
Dada la impresión de estar muy curtida, de ser muy adulta, o también de haberlo pasado mal. A los diecinueve o veinte años, muchas eran veteranas en un negocio que cada vez las exigía más jóvenes y las quemaba antes. (Pág. 38)
Su rostro revestido de paz aún era más de porcelana, y estaba muy hermosa. Relajadamente hermosa. (Pág. 155)
Campos de Fresas
La primera en entrar en la sala de espera fue norma, la hermana pequeña de Luciana. Después lo hicieron ellos, los padres. (Pág.14)
Las miradas de los recién llegados convergieron en las de los amigos de Luciana. (Pág. 14)
Los ojos del hombre tenían un halo de marcada dureza. Los de su esposa, en cambio, naufragaban en la impotencia y el desconcierto. La cara de norma era una máscara inexpresiva.
-¿cómo está? –quiso saber cinta.
El padre de Luciana se detuvo en medio de la sala, abarcándolos con su mirada llena de aristas. Vieron en ella muchas preguntas, y leyeron aun mas sentimientos: ira, rabia, frustración, dolor. (Pág. 14)
Tenia agujas clavadas en un brazo, por las que probablemente reciba el suero, un pequeño artilugio fijado en un hombro y conectado a sondas y aparatos que desconocía; un tubo enorme, de unos tres centímetros de diámetro, de color blanco y amarillo, parecía ser el nuevo cordón umbilical de su vida. De el partía un derivado que entraba en su boca, abierta. Otro, sellado con cinta a su nariz se incrustaba en el orificio de la derecha. Por la parte de debajo de la cama asomaba una bolsa del plástico, donde irían los orines cuando se produjeran. (Pág. 18)
Casi hechizada por aquella imagen tan triste y dramática, con los ojos cerrados y la boca abierta, conectada a todos los aparatos que la mantenían con vida. (Pág. 86)
Luis Salas apartó la mirada de su hija y la fijó en su mujer, que seguía como hipnotizada. Norma acababa de salir una vez más, incapaz de quedarse quieta, asustada y al mismo tiempo nerviosa por aquel caos de emociones y sensaciones. (Pág. 95)
Luciana podía morir, esa era la realidad. (Pág. 19)
Los nervios se mantenían a flor de piel, pero aun adormecidos, o mejor dicho atontados, a causa del estallido de la situación. Ahora empezaba a aflorar plenamente. (Pág. 9)
¿Qué le pasó exactamente a Luciana?
Empezó a subirle la temperatura del cuerpo.
No –Santi detuvo a Cinta-. Primero se mareó, y luego vino lo de los calambres musculares. (Pág.22)
Fue todo junto-apuntó Máximo-. Yo me asusté cuando vi que dejaba de sudar. Entonces comprendí que le venía un golpe de calor. (Pág. 23)
¿Qué pasó después?-siguió el doctor Pons.
Empezó con las convulsiones, el corazón se le disparó y... (Pág.23)
Se levanto y fue hacia el teléfono moviéndose como un muñeco articulado que inicia su andadura. No solo era el cuello, por haberse quedado dormido sobre la mesa, sino los músculos, agarrotados y la sensación de mareo producto del súbito de despertar. (Pág. 10)
Tenia la boca pastosa, los ojos espesos y la lengua pegada al paladar. (Pág. 10)
Eloy; venía corriendo, congestionado aún por la prisa que se había dado en llegar desde su casa a aquella hora. (Pág. 25)
El sol acababa de despuntar mas allá de la ciudad, la mujer ya estaba en pie como cada mañana, por costumbre. Estaba cerca del teléfono, en la cocina preparándose su primer café. (Pág.12)
Pese al camisón, que le llegaba un poco más arriba de las rodillas, la delgadez de su hija era tan manifiesta que seguía horrorizándola. Los brazos y las piernas eran simples huesos con apenas unos gramos de carne. (Pág. 39)
El pecho no existía. Pero lo peor seguía siendo el rostro, enteco, lleno de ángulos debido a que en él no había ya más que piel. (Pág. 40)
Casi podía contar sus huesos, las diagonales de sus costillas, el vientre hundido, la pelvis salida y extrañamente frondosa, las nudosidades de sus rodillas, la piel seca, el cabello débil y sin fuerza que se caía cada día más.(Pág. 59)
Luciana, tan llena de vida, siempre alegre. (Pág. 60)
Apenas veinticuatro horas antes, Luciana había estado allí, a su lado, frente a aquel espejo, obligándola también a mirarse. (Pág. 60)
Miró sus dedos. De tanto introducírselos en la boca para vomitar los tenía sin uñas, doblados, convertidos en dos garfios, atacados por los ácido del estomago. Miró sus dientes, con las encías descarnadas, también destrozados por los ácidos estomacales que subían con la comida al vomitar. Miró sus pies, sus hermosos pies, casi tanto como las manos unos años antes, ahora llenos de callosidades, pues al perder peso, al desaparecer la carne de su cuerpo, habían tenido que desarrollar su propia base para sostenerla. (Pág. 60)
No es éxtasis –aclaró el médico–, sino eva. (Pág. 34)
Una simple pastilla blanca, redonda, del tamaño de una uña, o tal vez más pequeña. (Pág. 53)
Una simple noche, una simple pastilla que se suponía iba a disparar... (Pág. 54)
Lo único que deseaba era pasar una noche loca, emborracharme de música, olvidar, volar. Lo deseaba más que nunca.( Pág. 29)
La paz es la muerte. La reina negra me abate. El rey negro acecha. El dolor es la vida. Mi caballo blanco, mis alfiles, mis torres, mis peones me llevan al jaque mate. Oscuridad y luz. Pero me siento atrapada, paralizada.
Si me dejo llevar, volando hacia la oscuridad, todo habrá acabado. (Pág. 157)
Me toca mover. Pasa el tiempo y la partida está en tablas. Pero me toca mover. Mi rival acaba de lanzar un ataque sobre las posiciones de mi rey y mi reina. Es una situación comprometida. Debo hacerlo. Puedo sacrificar una torre para escapar, o meditar detenidamente mi propio ataque, lanzando el caballo sobre su alfil. ¿Y ese peón? Cuidado. Mi rival es bueno. Es el mejor que he tenido nunca.
Porque ahora sé cómo es.
Sé quién es.
Le he visto la cara.
Mi rival es la muerte, y juega a ganar. (Pág. 97)
Mariano zapata ya había sacado la pequeña cámara de alta sensibilidad del bolsillo de su cazadora.
Hizo una, dos, tres fotografías rápidas. La primera a los pies de la cama, las otras dos de cerca, muy de cerca.
Como impregnaría la portada del periódico y las conciencias de sus lectores. (Pág. 87)
Mariano Zapata.
Suspiró feliz orgulloso de su obra.
Empezó a leerlo en voz alta. Primero, el titular, después, los antetítulos. Finalmente, el artículo. (Pág. 136)
L.S.M. de dieciocho años, era campeona de ajedrez, una chica normal, modélica, buena estudiante, con unos padres felices y una hermana pequeña. Tenía novio. Todo eso se ha ido en unos segundos, solo porque una pastilla se cruzo en su camino. El coma puede se eterno, llevarla a un rápido y fatal desenlace, o cesar inesperadamente. Pero eso no ocultará la cruda realidad. Como decían lo Beatles, los campos de fresas pueden llegar a ser eternos.
L.S.M. bailó el viernes por la noche con la muerte y sigue bailando. (Pág. 140)
En aquellas pocas horas, había aprendido todo lo que tenía que aprender de la situación y de todo aquello que ahora la mantenía con vida de forma artificial. El tubo de la nariz era una sonda nasogástrica; el de la boca, un respirador para la ventilación asistida, y que la unía a la bomba que le suministraba a ella el aire. (Pág. 76)
Luciana siempre ha sido una gran chica, tiene un corazón de oro. Todo el mundo lo sabe.(Pág. 96)
Una mujer de dieciocho años. (Pág. 51)
Se sintió tan culpable que entonces sí, algo se rompió en su interior. (Pág. 19)
Cinta era de estatura media, tirando a baja, adolescentemente atractiva con la ropa que llevaba, pero también juvenilmente sexy: cabello largo, ojos grandes, labios pequeños, cuerpo en plena explosión. Santi y Máximo, en cambio, eran como el día y la noche. El primero llevaba el cabello corto y tenia la cara llena de espinillas, como si en lugar de piel tuviera un sembrado. El segundo mostraba una densa cabellera rizada, como si de la cabeza le nacieran dos o tres mil tirabuzones de color negro que luego le caían en desorden por todas partes. (Pág. 21)
El exterior de after hour era un hervidero de chicos y chicas no precisamente dispuestos a disfrutar de los primero rayos del sol de la mañana. Unos hablaban, excitados, tomándose un respiro para seguir bailando. Otros descansaban, agotados aunque no rendidos. Algunos seguían bebiendo de sus botellas, básicamente agua. Pero la mayoría reían y planeaban la continuidad de la fiesta, allí o en cualquier otra parte. Cerca de la puerta del locas, la música atronaba el espacio con su machacona insistencia, puro ritmo, sin melodías ni suavidades que nadie quería. (Pág.15)
Se movía entre los chicos y las chicas, la mayoría muy jóvenes y adolescentes. Y lo hacia con meticulosa cautela, igual que un pescador entre un banco de peces, solo que el no tenia que extender la mano para atrapar a ninguno. Eran los peces los que le buscaban si querían. (Pág. 16)
Poli García entró en el bar.
Era un hombre de unos treinta años, puede que menos, nariz aguileña. (Pág. 30)
Acabó llamando a Victorino para que le trajera una cerveza.
Poli cogió el ticket maquinalmente. En la parte superior estaba escrito el nombre del local: Bar Restaurante La Perla.
Jugo con él, enrollándolo, matando el tiempo de espera.
Alejandro Castro acabó asomando la cabeza por la misma puerta, miró hacia el y le hizo un leve gesto. (Pág. 121)
Eloy se sintió cansado y abatido; en primer lugar, por las pocas e incómodas horas que había logrado dormir durante la noche, y en segundo lugar, por el fracaso de sus pesquisas.(Pág. 87)
Eloy tuvo el flash. Ana y Paco. Ellos también estaban allí.(Pág. 88)
Pero lo importante es que sabía dónde vivían, y eran amigos de Raúl. (Pág. 89)
¡Iba a una privada!
Era un loco del baile, un loco de la mákina, un perfecto modelo de genuina estirpe.
Vivía por y para el fin de semana. (Pág. 108)
Raúl tenía los ojos muy abiertos, el rostro congestionado, la huella de las hormigas mordiéndole el trasero, la energía de cuanto llevara en el cuerpo disparando todas sus reservas.
Estaba muy pasado, muchísimo. Probablemente habría empezado con alcohol el viernes por la noche, para darle a las pastillas de éxtasis de madrugada. (Pág. 112)
Continuó riéndose y bailando, aunque ahora, agarrado por Eloy, más bien parecía un muñeco articulado, una marioneta. (Pág. 113)
Consiguió encontrar a el camello que les había vendido la pastilla. Lo perdiguieron.
El camello resbaló, pisó algo, o fue su propia velocidad. Fuere como fuere, sus piernas salieron disparadas hacia arriba, mientras el resto de su cuerpo se le quedaba atrás.
Después cayó al suelo, de nuca. (Pág. 162)
Eloy fue el primero en llegar, pero no se ocupó de caído, ni de la mancha de sangre que iba formándose bajo su cabeza.
Está... muerto –dijo Máximo.
Desde allí miró el cadáver con su odio final. No tenía que registrarle para saber que ya no llevaba ninguna pastilla encima. (Pág. 163)
Vicente Espinos cogió el dinero que llevaba encima el Mosca. Lorenzo Roca se quedó con el pequeño ticket en la mano.
-Bar Restaurante La Perla.(Pág. 164)
Puede que esa sea la clave: luchar (Pág. 79)
Mis peones acosan. El fin está cerca. Jaque. Una jugada más y... Jaque mate. Quiero vivir. (Pág. 163)
Yo voy al hospital –dijo Eloy. (Pág. 165)
Vamos todos –dijo Cinta.
Debió caérsele al correr.
En la palma de la mano había una pastilla blanca, con una media luna en relieve impresa en su superficie. (Pág. 166)
Cerró los ojos por última vez, solo para ver cómo la reina negra se alejaba vencida por un recodo del camino llevándose a su derrotado rey, y convencerse a sí misma de que había vuelto. Y de que había ganado. Después los abrió, dispuesta a mantenerlos así.
Vio a sus padres y a su hermana, rodeándola.
Estaba viva. (Pág. 166)
Abrió los ojos cuando el primer zumbido del teléfono aun no había muerto y lo primero que encontró fueron los dígitos verdes de su radio-reloj en la oscuridad de la noche. Por ello supo que la llamada no podía ser buena. (Pág. 7)
Le llamo desde el clínico. Me temo que ha sucedido algo delicado y necesitamos... (Pág. 7)
-¿es mi hija?-pregunto automáticamente el.(Pág. 8)
Su hija ha tomado algún tipo de sustancias peligrosa señor salas. La han traído sus amigos y estamos haciendo todo lo posible por ella. (Pág. 8)
Hospital clínico. Entren por urgencias. (Pág. 8)
la tensión le hizo atropellarse, la presión de la mano de su esposa le hizo daño, su cabeza entro en una espiral de miedos y angustias. (Pág. 8 )
La acción principal sucede en el Hospital clínico, aunque donde lucia se descompone es en Pandora’s (discoteca).
El tiempo en el que ella esta en como son dos días, 48 hs.