Noticia de un Secuestro
Recursos Estilísticos:
Capitulo 1:
Había oscurecido una hora antes, el Parque Nacional estaba mal iluminado y los árboles sin hojas tenían un perfil fantasmal contra el cielo turbio y triste, pero no había a la vista nada que temer.
Capitulo 2:
Villamizar se sentía agotado y solitario cuando volvió a casa, al cabo de una jornada sin porvenir. Los dos tragos de whisky seco que se tomó de golpe lo dejaron postrado. Su hijo Andrés, que sería desde entonces su compañero único, logró que desayunara a las seis de la tarde. En ésas estaba cuando el presidente lo llamó por teléfono.
Capitulo 3:
La única cama era la de Marina, iluminada de día y de noche por una veladora eterna. Paralelo a la cama estaba el colchón tirado en el suelo, donde dormían Maruja y Beatriz, una de ¡da y otra de vuelta, como los pescaditos del zodíaco, y con una sola cobija para las dos. Los guardianes velaban sentados en el suelo y recostados a la pared. Su espacio era tan estrecho que si estiraban las piernas les quedaban los pies sobre el colchón de las cautivas. Vivían en la penumbra porque la única ventana estaba clausurada. Antes de dormir, tapaban con trapos la rendija de la única puerta para que no se viera la luz de la veladora de Marina en el resto de la casa. No había otra luz ni de día ni de noche.
Capitulo 4:
Con todo, su condición más rara era una impavidez de estatua que no dejaba ni el mínimo resquicio para imaginar lo que estaba pensando, y un talento inclemente para resolver una conversación con no más de cuatro palabras o ponerle término a una discusión frenética con un monosílabo lapidario.
Capitulo 5:
El almuerzo y la comida seguían iguales, con los mismos frijoles, las mismas lentejas, las mismas piltrafas de carne reseca y una sopa de paquete ordinario.
Capitulo 6:
El cadáver tenía la cabeza cubierta por una capucha acartonada por la sangre seca, puesta al revés, con los agujeros de la boca y los ojos en la nuca, y casi desbaratada por los orificios de entrada y salida de seis tiros disparados desde más de cincuenta centímetros, pues no habían dejado tatuajes en la tela y en la piel.
Capitulo 7:
Logró establecer que estaba en una casa de esquina en algún barrio vasto y populoso del occidente de Bogotá. Su cuarto era el principal del segundo piso con la ventana exterior clausurada con tablas. Se dio cuenta de que era una casa alquilada, y tal vez sin contrato legal, porque la propietaria iba a principios de cada mes a cobrar el arriendo.
Capitulo 8:
La llegada coincidió con la hora del almuerzo, que se sirvió en un galpón abierto al fondo del patio, con carteles de artistas de cine en las paredes, un equipo profesional de cultura física y un mesón de comer para doce personas. Por un acuerdo de seguridad la comida se preparaba en la cercana hacienda de La Loma, residencia oficial de la familia, y aquel día fue un muestrario suculento de la cocina criolla. Mientras comían, como es de rigor en Antioquia, no se habló de nada más que de la comida.
Capitulo 9:
Más que a la muerte misma, le temía a la lucidez del momento final. Lo único que le infundió algún consuelo fue la caja de pastillas somníferas que había ahorrado como perlas preciosas, para tragarse un puñado antes que dejarse arrastrar por las buenas al matadero.
Capitulo 10:
En sus últimos años el padre perdía audición por el oído derecho, se volvió irritable, y se exasperaba con los huecos de su memoria. Poco a poco había ido descartando las oraciones clásicas, e improvisaba las suyas en voz alta con una inspiración de iluminado. Su fama de lunático crecía al mismo tiempo que la creencia popular de que tenía el poder sobrenatural de hablar con las aguas y de gobernar su curso y su conducta.
Capitulo 11:
El presidente Gavirla había despertado sin despertador a las cinco de la mañana de su lunes número cuarenta y uno en la presidencia. Se levantaba sin encender la luz para no despertar a Ana Milena -que a veces se acostaba más tarde que él- y ya afeitado, bañado y vestido para la oficina se sentaba en una sillita de llevar y traer que mantenía fuera del
dormitorio, en un corredor helado y sombrío, para oír las noticias sin despertar a nadie.
Reseña:
El taxi amarillo rebasó al coche de Maruja y lo cerró contra el cordón, el chofer tuvo que frenar para no chocar. El mercedes inmediatamente se le puso atrás sin dejarle la posibilidad de reversa.
Tres hombre se bajaron del taxi y se dirigieron al auto de Maruja, sacaron a Maruja y a Beatriz y le dispararon al chofer del auto en el que hiba Beatriz y su cuñada. Las hicieron entrar al Mercedes e instantáneamente arranco el auto.
Los secuestradores intentaban calmarlas diciéndoles que solo iban a tener que llevar un comunicado y que ellos eran del M-19 de la guerrilla.
Luego llegaron y las en cerraron en un cuarto que tenía una sola ventana tapada con madera.
Mientras tanto sus familiares se enteran de la horrorosa noticia, Alberto Villamizar trata de encontrar a Escobar (Jefe del narcotráfico) para negociar con el, en su intento de salvar la vida de su mujer y hermana
Para esa época en la ciudad se habían registrado más de 1200 asesinatos y los narcos tenían a diez periodistas rehenes.
Los secuestradores con la promesa de liberar a Marina Montoya, compañera de cuarto de Beatriz y Maruja, comienzan un tiroteo con la policía que termina con Marina muerta. A Maruja y a su cuñada les sacaron la radio y la televisión para que no se enteraran de la muerte de Marina. Ellas no creen en la liberación de Marina entonces se asustan cada vez mas.
Semanas después sacan a Beatriz con la misma promesa de liberarla, luego de viajar en un coche la dejan en un pueblo de Bogotá donde toma un taxi hacia su casa.
Gracias a unos jefes del cártel de Medellín que se han entregado a la justicia y que viven en una cárcel especial dan las cartas de Villamizar a Escobar. El también se entregaría si recibiera la garantía del gobierno de no ser extraditado y que pudiera también vivir seguramente en una cárcel como los demás. Escobar también exige seguridad para su familia. Como medio de presión tiene los últimos dos rehenes, Santos y Maruja, ambos en diferentes barrios de Bogotá, aunque la posición oficial del gobierno insiste en la extradición lo cual lleva a unas largas negociaciones. Finalmente se consigue la suspensión de la extradición y se trata de encontrar condiciones y un lugar adecuado para la cárcel de Escobar, al final llegan a un acuerdo una finca en las afueras de Medellín es preparada para servir como cárcel segura, sólo para Escobar y sus capitanes a finales de Abril de 1991, los narcotraficantes anuncian la liberación de Francisco Santos y Maruja.
A Maruja la dejan en un barrio de Bogotá, ella corre inmediatamente a la casa más cercana y de allí llama a su esposo el cual va rápidamente.
Se termina de construir la cárcel para Escobar y sus capitanes, ellos se rinden y son encarcelados en la cárcel de Medellín.
Ya en su casa, Villamizar recibe un paquete que parece un regalo, el pensó que era una bomba y lo desenvolvió de prisa pero en el interior de la caja había un anillo, que era el que le habían quitado a Maruja la noche del secuestro, ella no podía creerlo. Se lo puso, y se dio cuenta de que estaba recobrando la salud a toda prisa, pues ya le venía bien al dedo.
-¡Qué barbaridad! -suspiró ilusionada-. Todo esto ha sido como para escribir un libro.
Recursos Estilísticos:
Capitulo 1:
Había oscurecido una hora antes, el Parque Nacional estaba mal iluminado y los árboles sin hojas tenían un perfil fantasmal contra el cielo turbio y triste, pero no había a la vista nada que temer.
Capitulo 2:
Villamizar se sentía agotado y solitario cuando volvió a casa, al cabo de una jornada sin porvenir. Los dos tragos de whisky seco que se tomó de golpe lo dejaron postrado. Su hijo Andrés, que sería desde entonces su compañero único, logró que desayunara a las seis de la tarde. En ésas estaba cuando el presidente lo llamó por teléfono.
Capitulo 3:
La única cama era la de Marina, iluminada de día y de noche por una veladora eterna. Paralelo a la cama estaba el colchón tirado en el suelo, donde dormían Maruja y Beatriz, una de ¡da y otra de vuelta, como los pescaditos del zodíaco, y con una sola cobija para las dos. Los guardianes velaban sentados en el suelo y recostados a la pared. Su espacio era tan estrecho que si estiraban las piernas les quedaban los pies sobre el colchón de las cautivas. Vivían en la penumbra porque la única ventana estaba clausurada. Antes de dormir, tapaban con trapos la rendija de la única puerta para que no se viera la luz de la veladora de Marina en el resto de la casa. No había otra luz ni de día ni de noche.
Capitulo 4:
Con todo, su condición más rara era una impavidez de estatua que no dejaba ni el mínimo resquicio para imaginar lo que estaba pensando, y un talento inclemente para resolver una conversación con no más de cuatro palabras o ponerle término a una discusión frenética con un monosílabo lapidario.
Capitulo 5:
El almuerzo y la comida seguían iguales, con los mismos frijoles, las mismas lentejas, las mismas piltrafas de carne reseca y una sopa de paquete ordinario.
Capitulo 6:
El cadáver tenía la cabeza cubierta por una capucha acartonada por la sangre seca, puesta al revés, con los agujeros de la boca y los ojos en la nuca, y casi desbaratada por los orificios de entrada y salida de seis tiros disparados desde más de cincuenta centímetros, pues no habían dejado tatuajes en la tela y en la piel.
Capitulo 7:
Logró establecer que estaba en una casa de esquina en algún barrio vasto y populoso del occidente de Bogotá. Su cuarto era el principal del segundo piso con la ventana exterior clausurada con tablas. Se dio cuenta de que era una casa alquilada, y tal vez sin contrato legal, porque la propietaria iba a principios de cada mes a cobrar el arriendo.
Capitulo 8:
La llegada coincidió con la hora del almuerzo, que se sirvió en un galpón abierto al fondo del patio, con carteles de artistas de cine en las paredes, un equipo profesional de cultura física y un mesón de comer para doce personas. Por un acuerdo de seguridad la comida se preparaba en la cercana hacienda de La Loma, residencia oficial de la familia, y aquel día fue un muestrario suculento de la cocina criolla. Mientras comían, como es de rigor en Antioquia, no se habló de nada más que de la comida.
Capitulo 9:
Más que a la muerte misma, le temía a la lucidez del momento final. Lo único que le infundió algún consuelo fue la caja de pastillas somníferas que había ahorrado como perlas preciosas, para tragarse un puñado antes que dejarse arrastrar por las buenas al matadero.
Capitulo 10:
En sus últimos años el padre perdía audición por el oído derecho, se volvió irritable, y se exasperaba con los huecos de su memoria. Poco a poco había ido descartando las oraciones clásicas, e improvisaba las suyas en voz alta con una inspiración de iluminado. Su fama de lunático crecía al mismo tiempo que la creencia popular de que tenía el poder sobrenatural de hablar con las aguas y de gobernar su curso y su conducta.
Capitulo 11:
El presidente Gavirla había despertado sin despertador a las cinco de la mañana de su lunes número cuarenta y uno en la presidencia. Se levantaba sin encender la luz para no despertar a Ana Milena -que a veces se acostaba más tarde que él- y ya afeitado, bañado y vestido para la oficina se sentaba en una sillita de llevar y traer que mantenía fuera del
dormitorio, en un corredor helado y sombrío, para oír las noticias sin despertar a nadie.
Reseña:
El taxi amarillo rebasó al coche de Maruja y lo cerró contra el cordón, el chofer tuvo que frenar para no chocar. El mercedes inmediatamente se le puso atrás sin dejarle la posibilidad de reversa.
Tres hombre se bajaron del taxi y se dirigieron al auto de Maruja, sacaron a Maruja y a Beatriz y le dispararon al chofer del auto en el que hiba Beatriz y su cuñada. Las hicieron entrar al Mercedes e instantáneamente arranco el auto.
Los secuestradores intentaban calmarlas diciéndoles que solo iban a tener que llevar un comunicado y que ellos eran del M-19 de la guerrilla.
Luego llegaron y las en cerraron en un cuarto que tenía una sola ventana tapada con madera.
Mientras tanto sus familiares se enteran de la horrorosa noticia, Alberto Villamizar trata de encontrar a Escobar (Jefe del narcotráfico) para negociar con el, en su intento de salvar la vida de su mujer y hermana
Para esa época en la ciudad se habían registrado más de 1200 asesinatos y los narcos tenían a diez periodistas rehenes.
Los secuestradores con la promesa de liberar a Marina Montoya, compañera de cuarto de Beatriz y Maruja, comienzan un tiroteo con la policía que termina con Marina muerta. A Maruja y a su cuñada les sacaron la radio y la televisión para que no se enteraran de la muerte de Marina. Ellas no creen en la liberación de Marina entonces se asustan cada vez mas.
Semanas después sacan a Beatriz con la misma promesa de liberarla, luego de viajar en un coche la dejan en un pueblo de Bogotá donde toma un taxi hacia su casa.
Gracias a unos jefes del cártel de Medellín que se han entregado a la justicia y que viven en una cárcel especial dan las cartas de Villamizar a Escobar. El también se entregaría si recibiera la garantía del gobierno de no ser extraditado y que pudiera también vivir seguramente en una cárcel como los demás. Escobar también exige seguridad para su familia. Como medio de presión tiene los últimos dos rehenes, Santos y Maruja, ambos en diferentes barrios de Bogotá, aunque la posición oficial del gobierno insiste en la extradición lo cual lleva a unas largas negociaciones. Finalmente se consigue la suspensión de la extradición y se trata de encontrar condiciones y un lugar adecuado para la cárcel de Escobar, al final llegan a un acuerdo una finca en las afueras de Medellín es preparada para servir como cárcel segura, sólo para Escobar y sus capitanes a finales de Abril de 1991, los narcotraficantes anuncian la liberación de Francisco Santos y Maruja.
A Maruja la dejan en un barrio de Bogotá, ella corre inmediatamente a la casa más cercana y de allí llama a su esposo el cual va rápidamente.
Se termina de construir la cárcel para Escobar y sus capitanes, ellos se rinden y son encarcelados en la cárcel de Medellín.
Ya en su casa, Villamizar recibe un paquete que parece un regalo, el pensó que era una bomba y lo desenvolvió de prisa pero en el interior de la caja había un anillo, que era el que le habían quitado a Maruja la noche del secuestro, ella no podía creerlo. Se lo puso, y se dio cuenta de que estaba recobrando la salud a toda prisa, pues ya le venía bien al dedo.
-¡Qué barbaridad! -suspiró ilusionada-. Todo esto ha sido como para escribir un libro.