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    El amor en los tiempos del cólera, Justiniano Jésica 2º Mercantil IMAM

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    Justiniano


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    Post  Justiniano Sat Aug 07, 2010 10:53 pm


    El amor en los tiempos del cólera
    Gabriel García Márquez


    El tema que voy a tratar es el amor irracional de Florentino Ariza por Fermina Daza.
    Para empezar voy a explicar quienes eran los recién mencionados: Florentino Ariza era el hijo único de Tránsito Ariza, habiendo una alianza ocasional con el naviero don Pío Quinto Loayza, y, aunque él nunca lo reconoció como su hijo ante la ley ni le dejo resuelto el porvenir, se hizo cargo en secreto de sus gastos hasta los diez años. Florentino era en su juventud un muchacho escuálido, con un cabello indio sometido con pomada de olor, espejuelos de miope que aumentaban su aspecto de desamparo y sufría de un estreñimiento crónico. Solo tenía una muda de ropa heredada del padre muerto, que le daban un aspecto lúgubre. A pesar de todo esto era un joven muy solicitado en su medio social, bailaba muy bien las músicas de moda, recitaba de memoria poesías sentimentales y tocaba serenatas de violín. Fermina Daza era la hija de Lorenzo Daza, y cuando Florentino la vio por primera vez tenía trece años. Era por entonces una bella adolescente de ojos almendrados, altiva, con su cabellera recogida en una trenza y un andar de venada, y se encontraba en una situación económica favorable.
    Se vieron por primera vez cuando Florentino le llevó un telegrama a Lorenzo Daza, ya que por casualidad la vio con su tía Escolástica por una ventana. Fermina levantó la vista para ver quien pasaba, y esa mirada casual fue el origen de un cataclismo de amor que medio siglo después aún no se había extinguido.
    Luego de esto, Florentino observaba a su doncella imposible todos los días ir con su tía al colegio, sentado en el parquecito de los evangelios fingiendo que leía. Después de algunos meses, se decidió, y le entregó una carta a Fermina en la que le prometía su fidelidad a toda prueba y su amor para siempre: había pensado llevarle los setenta folios que había escrito, y que para entonces podía recitar de memoria de tanto leerlos, pero luego se decidió por media esquela sobria y clara en la que sólo prometió lo esencial.
    La respuesta de ella tardó un mes en llegar, tiempo en el que Florentino estuvo muy enfermo: la ansiedad se le complicó con cagantinas y vómitos verdes, perdió el sentido de la orientación y sufría desmayos repentinos, y su madre se aterrorizó porque su estado no se parecía a los desórdenes de amor sino a los estragos del cólera. Luego de la respuesta de Fermina, continuaron mandándose cartas el resto del año, con la ayuda de tía Escolástica. Las de él eran extensas y febriles, muy sentimentales, y las de ella se reducían a contar incidentes de su vida cotidiana, como un diario íntimo; en realidad, eran cartas para pasar el tiempo, destinadas a mantener el fuego vivo pero sin poner la mano en la llama, mientras que Florentino Ariza se abrasaba en cada línea.
    Iban a cumplirse dos años de correos frenéticos, cuando Florentino le hizo una propuesta formal de matrimonio. Después de cuatro meses de indecisión, ella aceptó.
    Pero el padre de Fermina se enteró su relación porque la vieron escribir una carta para Florentino en clase, y para que olvide aquel amor (Lorenzo quería que su hija se case con alguien adinerado), se la lleva de viaje al pueblo de Valledupar, en donde vivían sus familiares. La tía Escolástica, como castigo por ser cómplice de su sobrina, fue embarcada sin apelación en la goleta de San Juan de la Ciénaga, y Fermina nunca más la volvió a ver.
    Florentino, que trabajaba en el telégrafo, se entero del paradero de Fermina, y gracias a Hildebranda Sánchez, prima de esta, y sus otras primas, pudo mantener una comunicación constante con su amada durante el año y medio que duró el viaje.
    Cuando el padre de Fermina decide que su hija ya estuvo el suficiente tiempo alejada de Florentino y que lo olvidó, regresa con ella a la ciudad. Para entonces Fermina tenía diecisiete años, y su padre le dio las llaves de su casa, como símbolo de que era ahora la dueña y señora.
    Un día después de su llegada, Fermina salió a comprar, pensando que ahora estaría con Florentino y que todo lo que compraría sería para ambos, pero cuando se vieron, ella se dio cuenta de que todo había sido una ilusión; en un momento se le reveló completa la magnitud de su propio engaño, y se preguntó aterrada cómo había podido incubar tanto tiempo y con tanta crueldad semejante quimera en el corazón. Esa tarde le hizo llevar a Florentino una carta en la que decía que todo no había sido más que un espejismo, y que le devolviera todas sus cartas y regalos, y ella le devolvió a su vez los suyos. Florentino, al borde de la locura, se negó, pero luego tuvo que resignarse e hizo lo que le pedía Fermina. Florentino, después de este episodio, no tuvo nunca más una oportunidad de ver a solas a Fermina Daza, ni de hablar a solas con ella, hasta cincuenta y un años después, cuando le reiteró el juramento de fidelidad eterna y amor para siempre en su primera noche de viuda.
    En este momento debo describir a otro personaje muy importante en esta historia: el doctor Juvenal Urbino de la Calle. Era un soltero de veintiocho años que regresaba de una larga estancia en París, donde había hecho estudios superiores de medicina y cirugía, y no había perdido un minuto de su tiempo. Volvió más atildado, más dueño de su índole, más sabio y severo que sus compañeros de generación en su ciencia. Pero también era un gran bailarín y excelente improvisando con el piano, tenía muchas gracias personales y una gran fortuna familiar. Tenía muchas ideas para mejorar la salud y evitar enfermedades en aquel lugar, pero a los habitantes les parecían fantásticas, y no querían realizar aquellas medidas de prevención por supersticiones o falta de comprensión.
    Él y Fermina Daza se conocieron porque un médico amigo de Juvenal creyó vislumbrar los síntomas premonitorios del cólera en la muchacha de dieciocho años, y le pidió que fuera a verla. Le gustaba decir que aquel amor había sido el fruto de un error clínico, ya que Fermina no tenía cólera. El diagnóstico fue una infección intestinal de origen alimenticio, que cedió con tres días de tratamiento casero. Aunque el caso debió darse por cerrado, el doctor Juvenal Urbino regresó a la semana siguiente para hacerle otro examen, y Fermina se enojó con él porque le pareció que la burlaba. Lorenzo Daza y Juvenal se hicieron muy amigos, y el doctor solicitó a Fermina sin éxito verla otra vez.
    Al final Fermina decide que va a aceptar la propuesta de matrimonio de Juvenal porque se dio cuenta de que estaba sola en la vida, aunque no lo amaba y no tenía razones para elegirlo a él, un desconocido, que a Florentino, quien la amaba con locura.
    Florentino quedó destruido con la noticia, y su madre lo embarcó en un viaje para que tuviera un trabajo de telegrafista en una ciudad a más de veinte jornadas en de allí, donde podría olvidar. En aquel viaje Florentino perdió su virginidad, la que había guardado para Fermina, porque una mujer que no pudo ver lo violó. Luego sospechó de una dama llamada Rosalba, madre de un niño al que amaba entrañablemente. Al final, cuando el viaje estaba terminando, decide regresar rechazando el puesto de telegrafista.
    Mientras tanto Fermina se había casado y se había ido de luna de miel a Europa, en donde estuvo dos años.
    Florentino pensó que Fermina se quedaría para siempre a vivir en el extranjero. En ese tiempo, Florentino tuvo su primer amor de cama, la viuda de Nazaret, que le servía para olvidar a Fermina por un rato.
    Cuando Fermina regresó estaba embarazada de su primer hijo, convertida en una esposa mundana, y con su marido formaban una pareja admirable. Ambos manejaban el mundo con tanta naturalidad que parecían flotar por encima de los obstáculos de la realidad.
    En ese momento Florentino decidió que esperaría a que Juvenal Urvino falleciera para que él pudiera estar con Fermina. A pesar de esto en el tiempo en que Fermina estuvo casada con Juvenal, Florentino tiene una gran cantidad de relaciones amorosas: algunas de ellas fueron con Olimpia Zuleta, una palomera casada, Ausencia Santander, también casada, con Prudencia Pitre, con Sara Noriega, y la última que tuvo antes de que muriera Juvenal fue con América Vicuña, una adolescente pariente suya. Florentino se convierte en su tutor porque es enviada a un internado en esta ciudad. También tuvo una gran amiga llamada Leona Cassiani, pero nunca tubo relaciones con ella.
    Fermina, antes de los treinta años de casada, ya se sentía como que ella y su marido eran un mismo ser dividido. Habían sorteado juntos tantas incomprensiones cotidianas, tantos odios fugaces y los fabulosos relámpagos de gloria de la complicidad conyugal.
    Juvenal Urbino murió en un accidente irónico, intentando atrapar un loro, un domingo de Pentecostés, casi a los ochenta años. Florentino le reitera en su primera noche de viuda a Fermina, que por entonces tenía setenta y un años, su promesa de fidelidad eterna y amor para siempre. Ella se enoja y lo echa de su casa; su impulso inmediato fue injuriarlo por la profanación de su hogar cuando aún estaba caliente en la tumba el cuerpo de su esposo, pero se lo impidió la dignidad de la ira.
    Entonces Fermina le manda una carta, instigada por una rabia ciega, pero Florentino la interpreta como una carta de amor. Había puesto en ella toda la rabia de la que era capaz, sus palabras más feroces, las degradaciones más ofensivas e injustas que, no obstante, le parecían mínimas frente al tamaño de la ofensa.
    Después de esto Florentino no se amilana, y comienza a mandarle a Fermina cartas escritas por máquina de escribir, muy distintas a las cartas que hasta entonces le había escrito, y llegó a hacerlo diariamente. La primera era una carta de seis pliegos que no tenía nada que ver con ninguna otra que hubiera escrito alguna vez: no tenía el tono, ni el estilo, ni el soplo persuasivo de los primeros años del amor, y su argumento era muy racional y bien equilibrado. En cierto modo, fue la aproximación más acertada de las cartas mercantiles que nunca pudo hacer. Florentino no se refirió a la carta tremenda que ella le había mandado, ni al amor de su pasado, sino que empezó de nuevo.
    Fermina entendió el uso de la máquina de escribir como un modernismo audaz, y leyó todas las cartas, primero por curiosidad y luego porque gracias a ellas entendía mejor su propia vida. Luego de muchas cartas, Florentino se presentó en persona a la casa de Fermina. Comenzó a ir todos los martes, y sus visitas se hicieron diarias.
    Un día Fermina se pelea con su hija porque ella pensaba mal de Florentino, ya que el amor a esa edad le parecía indecente y no podía concebir la inocencia de una amistad entre un hombre y una mujer. Florentino convence a Fermina para hacer un viaje por el río Magdalena en uno de los barcos de la Compañía marítima. Ella acepta porque se sentía de más en su casa por todo lo que le había pasado: el pleito con su hija, amargada por las injurias de su padre, por el rencor contra el esposo muerto y por la rabia de las zalamerías de Lucrecia Real.
    Florentino y Fermina se embarcan en el “Nueva Fidelidad”, de la compañía marítima de Florentino. Fermina Daza no pudo creer nunca que aquel nombre tan significativo para ellos fuera de veras una casualidad histórica, y no una gracia más del romanticismo arraigado de Florentino Ariza.
    A pesar de que el amor a esa edad era muy mal visto, al final Fermina se rinde al fin ante Florentino; le había llegado la hora de preguntarse con seriedad, con esplendor, con unos deseos incontenibles de vivir, qué hacer con el amor que se le había quedado sin dueño muerto su esposo.
    Pero cuando llegan a La Dorada, Fermina tiene miedo de que la vean, los amigos o conocidos que reconoció entre la gente del pueblo, en un viaje de placer transcurrido tan poco tiempo de la muerte de su esposo. Por ello Florentino le pide al capitán que pongan la bandera del cólera, así podrían viajar sin tocar ningún puerto ni llevar pasajeros hasta su ciudad.
    Ponen la bandera, pero cuando estaban llegando una patrulla de sanidad del puerto los detiene. Les ordenan que el buque valla a la ciénaga de Las Mercedes para estar en cuarentena, pero Florentino le dice al capitán que sigan derecho, derecho, derecho, en un ir y venir por el curso del río. Al capitán, al observar a Florentino, con su dominio inquebrantable y su amor irracional, lo asustó la tardía sospecha de que es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites.
    Algunos de los recursos de estilo que más se utilizan en esta novela son; la metáfora: “...no iba a malgastar el resto de sus años cocinándose a fuego lento en el caldo de larvas de su memoria, o iba a sepultarse en vida a coser su mortaja dentro de estas cuatro paredes...” Pág. 29,“Tiene que ser un tiburón muy grande para que lo doblen en la catedral” Pág. 364, “...para que no se le saliera la verdad por las tantas goteras que tenía en el corazón” Pág. 370, “...el cabello de alambre de cobre, las pecas de sol, los ojos redondos y vivos...”Pág. 29, la elusión: “Anoche, cuando lo dejé solo, ya no era de este mundo” Pág. 28 (elusión por la muerte), “La erosión de la memoria cada vez más inquietante...” Pág. 13 (elusión por la vejez), “...y escrita con los grabados crípticos que ya Fermina Daza conocía” Pág. 169 (Elusión a la letra de médico de Juvenal Urvino), “... para defender de la devastación voraz cada pulgada de su cabeza” Pág. 348 (Elusión a la pérdida de cabello), “No la sintió socavada por la polilla de la muerte” Pág.340 (Elusión a la vejez),la personificación: “el humor del cielo había empezado a descomponerse desde muy temprano” Pág. 22 , “Las otras ventanas, así como cualquier resquicio de la habitación, estaban amordazadas con trapos...” Pág.11, y el Poliptoton; “...adonde había acudido de urgencia a ocuparse de un caso que para él había dejado de ser urgente desde hacía muchos años” Pág. 11. “...porque los niños solo se enferman cuando están enfermos” Pág. 329 “...y entonces le daba más rabia cuanto más lloraba, porque no podía perdonarse la debilidad de llorar” Pág. 333
    También se utilizan el hipérbaton: “... pero esta vez supo Florentino Ariza que había alguien más en la casa” Pág. 79, el Paralelismo Hetostiquio: “Mujer enferma, mujer eterna” Pág. 313, la Metonimia: “Todo estaba preservado del polvo por una mano diligente” Pág. 12, la Antítesis: “Rico no, soy un pobre con plata, que no es lo mismo”, Pág.223,“Infieles, pero no desleales” Pág. 359, y la sinestesia “...sobre todo por el privilegio ingrato de ser el más grande mercado de esclavos africanos” Pág. 31, “Algo todavía más raro, un santo ateo” Pág. 15.

    Justiniano Jésica

    2º Mercantil IMAM

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